Hola buenas tardes Antonio:
Como estas? Esperamos que bien,
Este fin de semana ha sido para nosotros muy “movidito” jejjejejjej, quiero decir que después de algún tiempo sin actividad “extra” estuvimos en la casa de un amigo que conocimos hace ya varios años y del cual no teníamos noticias suyas.
El amigo Cesar se había marchado de Madrid a trabajar fuera, ya que es ingeniero de una empresa petrolífera, y ahora ha vuelto por un periodo de tiempo, el caso es que en su día lo pasamos muy bien todos y este fin de semana, el viernes noche estuvimos cenando con el.
Después de salir del restaurante fuimos a tomar algo se nos hizo ya casi la una de la madrugada, y como la cosa pintaba bien, nos invito a su chalet que esta en Pozuelo, una casa que ya conocíamos y que esta la mar de bien, acogedora y cómoda y no le falta detalle.
Al ser un chalet aislado no tienes gente curiosa que pueda molestar o curiosear lo que pasa en la casa, jardín o piscina si es el caso.
Como la noche prometía, estuvimos la mar de a gusto todos y sobre todo Ana, que fue el motivo de nuestras atenciones.
Tras unos refrescos, y alguna que otra copa Cesar y yo, subimos al dormitorio principal donde tiene una cama grande de esas de 2 x 2 y en el techo espejos, con lo cual ves todo, jejjejjejej
Te puedes imaginar a ella, entre los dos la fuimos dejando sin ropa, primero la falda, luego la blusa con tres botones delante, cada botón que le soltaba, se veía un poco mas sus pechos tan apetecibles y calidos, el no paraba de besar su cuello escote hasta que salio la blusa, así en ropa interior la tumbamos sobre la cama y nosotros dos nos quitamos la ropa y nos tumbamos cada uno por un lado.
Ella no podía disimular su estado de excitación al vernos desnudos a su lado cada uno acariciando su cuerpo.
Su cuerpo enamaba un aroma de felina con ganas de atacar, pero nosotros estábamos con muchas ganas de no perder un minuto sin disfrutar de tan rico cuerpo y sin perdida de tiempo mientras uno la besaba en la boca el otro tomaba sus pechos entre sus manos y los acariciaba mientras besaba su duros pezones, lo que hizo que ella soltara algunos suspiros seguidos, Cesar fue bajando por su vientre hasta llegar a su monte de Venus y poniendo su boca sobre el con su lengua fue abriendo paso entre los labios vaginales y penetrando entre ellos llego a lo mas sensible de su sexo.
Ella no paraba de suspirar con el placer que sentía en su sexo, mientras yo, seguía con lo que mas se que le excita y es el trabajo sobre sus pechos, le excita tanto como un buen polvo.
Cesar se concentro mas aun en darla placer con su boca y no dejaba por un momento de comérselo literalmente entero, hasta que empezó a introducir primero un dedo y luego dos y así casi toda la mano, y le hizo correr salvajemente después de un rato con ese masaje tan delicioso.
Ya seguiré contando
lunes, 28 de febrero de 2011
lunes, 23 de agosto de 2010
Recordando al chico de las hamacas
Eva hacia unas horas que estaba en el hotel, tras dos horas y pico de avión, se encontraba cansada, pero contenta de estar en la isla que tan buenos recuerdos nos había dado en otras ocasiones, el hotel tenía unas vistas al mar preciosas y lucia un cielo azul limpio de nubes y con un sol esplendido que se reflejaba en el mar, una aguas cálidas y con pocas olas.
Se dispuso a cambiarse y aprovechar un rato antes de ir al comedor del hotel, para después descansar plácidamente en su habitación.
Tomando un bikini blanco que le sentaba como una segunda piel, se lo puso y vio en el espejo el efecto que le daba al tener la piel aun poco morena, su cuerpo se veía estupendamente con él, a si misma se dijo…………….esta piel tiene que dorarse un poco mas con el sol tan esplendido de Canarias, y colocando un poco el sujetador para que sus pechos estuvieran bien acomodados, tomo un pareo y una toalla y se dispuso a disfrutar del mar y el sol.
Una vez en la playa, un chico fuerte y moreno, le ofreció una de las hamacas que allí estaban dispuestas para los huéspedes del hotel, el muchacho muy amable le ayudo, colocando la hamaca para que pudiera tomar el sol, dejando también una sombrilla por si le apetecía usarla.
Despojándose del pareo se extendió la crema solar, para protegerse de los rayos solares, como es costumbre en ella, se desprendió de la parte superior y se dispuso a meterse en el mar, ella había notado que el chico de las hamacas no había perdido ojo mientras ella se extendía la crema por su cuerpo, eso le gustaba, pues incluso cuando se la extendía por sus pechos, se recreo más de lo necesario provocando que el muchacho la miraba con la boca abierta con deseo, ella antes de lanzarse al mar, le sonrió, perdiéndose en las aguas cristalinas.
Cansada de nadar, salió del agua y fue directa a su hamaca, y tumbándose boca arriba, descanso hasta sentir que su piel se calentaba por el sol y se había secado el agua de su cuerpo, incorporándose, observo la playa y por la hora la gente se iba retirando a comer, por lo que también se dispuso a irse, en eso el chico de las hamacas se acerca y le dice………….. Señorita, si quiere le puedo reservar la hamaca para luego, ella le responde que muchas gracias, pero que no sabe si luego volvería a la playa, en la mirada del muchacho se reflejo su frustración, al oír esas palabras.
Eva viendo su gesto, se sintió tierna y le dijo, aun no sé cómo te llamas………….Freddy, me llamo Freddy y soy nacido en esta isla, el chico se ruborizo ante la mirada que Eva le dirigía, ¿eres muy joven para estar ya trabajando no? Le pregunta ella, que va señorita, ya tengo 21 años y tengo que trabajar para ayudar en mi casa con mi sueldo.
Encantada Freddy, yo me llamo Eva y soy de Madrid, y acabo de llegar a la isla, para pasar unos días de descanso y ponerme un poco morena, mucho gusto señorita, será un placer atenderla en lo que necesite mientras esté aquí en nuestra ciudad, y si necesita un guía no dude en decírmelo, soy el mejor guía.
Lo tendré en cuenta Freddy, y llámame por mi nombre que no soy tan mayor, ¿de acuerdo? Si, gracias Eva.
Ella le dice adiós a Freddy y se marcha al hotel para comer y antes cambiar su atuendo,
Al pasar delante de la piscina, ve que muchos de los huéspedes están comiendo en las mesas que rodean una de ellas, por lo que decide ocupar una de las mesas, sin pasar por la habitación para cambiarse, las chicas que hay en las mesas con sus parejas llevan algunas si parte superior y otras lucen sus pechos libres a la vista.
Eva, se ha puesto ya la parte superior del bikini y un camarero se acerca para tomar el menú que ha elegido, el camarero es un chico rubio alto y con un cuerpo moreno por el sol, amablemente le sirve en lo que ella desea comer y así trascurre la comida.
Algunas parejas y no pocos niños, disfrutan de la piscina, mientras ella los observe jugar, a la vez que va terminando su comida, como se siente algo cansada, se retira a la habitación y desnuda como es su costumbre se abandona en los brazos de Morfeo con un sueño reparador.
Cuando abre sus ojos son cerca de las siete de la tarde, el día aun es joven y la luz del sol, aunque con menos fuerza aun se nota, estando en la ducha, bajo el agua que cae sobre su piel, siente que esta como nueva, a dormido bien y el mar le ha estimulado lo suficiente como para sentirse con ganas de disfrutar del resto de lo que queda de día.
Recordando al chico de las hamacas, y la cara que se le puso al decir ella que no volvería a la playa esa tarde, decidió ir a saludarle, por lo que se puso otro bikini, esta vez negro y salió del hotel en dirección a las hamacas, Armando, estaba allí, cuando la vio, salió a su encuentro y la saludo de inmediato, Hola Eva, ¿que tal?
Hola Freddy, muy bien gracias, he descansado y estoy en la gloria, y sonrió al chico y le dijo, ¿trabajas hasta muy tarde?, no que va, ya estaba recogiendo las hamacas para marcharme, ah vaya, en ese caso no quiero que te entretengas por mi culpa, le dijo ella, que va Eva, al contrario, si estás aquí, termino de recoger y charlamos ¿te parece? Porque no, cuando quieras, no tengo prisa.
Mientras el chico terminaba su trabajo, ella aprovecho para bañarse otra vez en el mar, el agua estaba más fría que por la mañana, pero estaba estupenda para ella, llevaba unos minutos en el agua cuando Freddy se acerco a donde ella estaba, el chico nado a su encuentro, se veía que era un estupendo nadador, ya estaban a escasos centímetros y el chico le sonreía, gracias por esperar, le dijo él, al contrario, así me he animado a meterme otra vez en el agua, porque si no, me hubiera ido a dar un paseo por la playa y luego ver el paisaje, jejejjejje.
Eva si quieres, luego te acompaño, y le miro a los ojos esperando que dijera que si, pues mira si no tienes nada que hacer, me agradaría mucho, fenomenal, veras que zonas más bonitas hay por aquí no muy lejos.
Ella le sonrió, le agradaba la forma como la miraba Freddy, le gustaba sentirse deseada, y más aun por un chico joven tan bien físicamente, sin más se dirige a la orilla metiéndose en el agua, empieza a nadar, perdiéndose entre las olas, el, la sigue con la vista, en pocos minutos se lanza tras su estela, para detenerse a su altura, después de unos minutos, de estar jugando en el agua, salen del agua y van directamente a las hamacas, donde estaba la ropa de ambos, exhausta por la carrera, se dejo caer en ella boca arriba, el chico se había quedado de pie mirándola fijamente, su vista recorría todo su cuerpo, y sobre todo su pecho desnudo, una cintura cuidada y el tanga cubriendo su sexo rasurado, la tela ocultaba lo justo, con dos cordones a los lados anudados.
Ella cerro sus ojos, Freddy, se recostó en una hamaca a su lado sin parar de mirarla, veía a Eva tan cerca y con su cuerpo semi desnudo y sus pezones erectos por el efecto del agua del mar, su pecho no tenia las clásicas marcas de la ropa interior, pues ella tomaba baños de rayos uva para mantener el mismo tono de piel en todo su cuerpo, el cabello de Eva era largo y moreno, llegando casi a su cintura.
El chico en un alarde de valentía, se aproxima a su cara y tan cerca esta que Eva siente su calor, abre los ojos y le ve tan cerca, que al contrario de lo que el chico pudo temer, ella le regala una sonrisa, el mira su boca, tan próxima a la suya, y acercando mas sus labios a los de ella, los roza suavemente con temor aun, ella reacciona, cogiendo con una mano su cabeza y dándole un beso, sobre los labios temblorosos del chico, el suspira y le devuelve el beso con más fuerza que habilidad, y sus lenguas se pierden en la boca del otro.
El chico, sigue besando a Eva, a la vez que la abraza, sus manos acarician su espalda y cintura, una de sus manos llega a su tanga y recorre su trasero con miedo al rechazo, ella le devuelve las caricias abrazados como están.
Eva, puede ver el efecto que ha causado en el chico, pues no puede disimular el bulto que luce bajo la tela de su bañador, eso la excita gratamente, le gusta, y quiere seguir jugando con el chico, por lo que le da un frasco de crema bronceadora y le pide que le extienda un poco en su cuerpo para evitar quemarse con el sol.
Freddy, le toma el frasco y con una sonrisa enorme, le pide que se tumbe boca abajo y poniendo crema sobre sus manos, empieza a extenderla por su cuerpo, por su cuello, su espalda, llegando a su tanga y recorriéndolo, para bajar por sus piernas, hasta los pies, el subir de nuevo por sus piernas, sus manos masajean entre ellas y llegan a su tanga, el se esmera pícaramente en esa zona y nota como al tacto de su mano en su entrepiernas, ella suspira, el quiere y desea acariciar su culito y así lo hace por encima de la tela, le pide que se dé la vuelta y ella se pone boca arriba.
Freddy tomando una generosa cantidad en sus manos hace lo mismo que por su espalda, pero en esta ocasión por delante y hace igualmente el recorrido desde el cuello, bajando por su pecho, el los rodea y continua hasta su ombligo, ella le toma las manos con los ojos cerrados y se las pone sobre sus pechos, y le dice, no te olvides de ellos, son muy sensibles y delicados para que se quemen con el sol.
Por supuesto, le dice el chico, y masajea sus pechos con la crema y consigue que la crema desaparezca de tanto masajearlos, su pezones están erectos y duros, amenazantes, mirando al cielo azul que los caliente, el sigue hacia abajo y unta sus piernas y recorriéndolas por su la interior, llega a su sexo, esta húmedo y excitado, el recorre sobre la tela el sexo de Eva que gime por el placer que esas caricias le hace sentir, el chico, apartando un poco la tela, roza su sexo, y acaricia de arriba abajo, los labios del mismo, el, nota que están mojados, y metiendo primero un dedo y después otro más, la masturba suavemente, ella está en la gloria, pero temerosa de que alguien pueda obsérvalos, le pide que deje eso, y le insinúa, tranquilo Freddy, tenemos tiempo.
El chico, se siente frustrado por haber interrumpido su trabajo, y más aun con la erección tan enorme que luce tras la tela del bañador.
Ella se incorpora y besándole, le invita a tomar algo en la terraza del hotel que esta próxima, allí se dirigen ambos en silencio, toman asiento en una de las mesas que hay cerca de la piscina, piden unos refrescos y Freddy le dice, Eva, te apetece un baño ahora, y ella le contesta que si, en cuanto traigan las bebidas te acompaño,
El chico se sumerge en la piscina nadando hacia el extremo opuesto y en la orilla se para de espaldas a ella, ella en pocos minutos nada hacia él y al llegar a su lado le abraza desde atrás y le besa en el cuello, el se gira sobre sí mismo y la besa en los labios, sus cuerpos están juntos y ella puede notar la erección que ha vuelto a la entrepierna del chico, y ella le dice, no sé yo, me parece que vamos a tener que hacer algo con esto, y su mano se pierde en la entrepierna del chico y su bañador, hasta tomar su erecto pene en ella, la acaricia, sin que puedan ser descubiertos por los demás bañistas que aun hay en la piscina, y tras unos minutos, le dice, venga vamos a tomarnos la bebida y subo a cambiarme, ¿te apetece acompañarme?, por supuesto Eva.
Salen del agua y no tardan mucho en apurar los refrescos, mientras se van secando un poco los cuerpos, para no ir goteando hasta los ascensores, cinco minutos después, están ante la puerta de su habitación, ella la abre y el chico abrazándola por detrás la introduce en ella, cerrando la puerta tras ellos.
Continua....................
Se dispuso a cambiarse y aprovechar un rato antes de ir al comedor del hotel, para después descansar plácidamente en su habitación.
Tomando un bikini blanco que le sentaba como una segunda piel, se lo puso y vio en el espejo el efecto que le daba al tener la piel aun poco morena, su cuerpo se veía estupendamente con él, a si misma se dijo…………….esta piel tiene que dorarse un poco mas con el sol tan esplendido de Canarias, y colocando un poco el sujetador para que sus pechos estuvieran bien acomodados, tomo un pareo y una toalla y se dispuso a disfrutar del mar y el sol.
Una vez en la playa, un chico fuerte y moreno, le ofreció una de las hamacas que allí estaban dispuestas para los huéspedes del hotel, el muchacho muy amable le ayudo, colocando la hamaca para que pudiera tomar el sol, dejando también una sombrilla por si le apetecía usarla.
Despojándose del pareo se extendió la crema solar, para protegerse de los rayos solares, como es costumbre en ella, se desprendió de la parte superior y se dispuso a meterse en el mar, ella había notado que el chico de las hamacas no había perdido ojo mientras ella se extendía la crema por su cuerpo, eso le gustaba, pues incluso cuando se la extendía por sus pechos, se recreo más de lo necesario provocando que el muchacho la miraba con la boca abierta con deseo, ella antes de lanzarse al mar, le sonrió, perdiéndose en las aguas cristalinas.
Cansada de nadar, salió del agua y fue directa a su hamaca, y tumbándose boca arriba, descanso hasta sentir que su piel se calentaba por el sol y se había secado el agua de su cuerpo, incorporándose, observo la playa y por la hora la gente se iba retirando a comer, por lo que también se dispuso a irse, en eso el chico de las hamacas se acerca y le dice………….. Señorita, si quiere le puedo reservar la hamaca para luego, ella le responde que muchas gracias, pero que no sabe si luego volvería a la playa, en la mirada del muchacho se reflejo su frustración, al oír esas palabras.
Eva viendo su gesto, se sintió tierna y le dijo, aun no sé cómo te llamas………….Freddy, me llamo Freddy y soy nacido en esta isla, el chico se ruborizo ante la mirada que Eva le dirigía, ¿eres muy joven para estar ya trabajando no? Le pregunta ella, que va señorita, ya tengo 21 años y tengo que trabajar para ayudar en mi casa con mi sueldo.
Encantada Freddy, yo me llamo Eva y soy de Madrid, y acabo de llegar a la isla, para pasar unos días de descanso y ponerme un poco morena, mucho gusto señorita, será un placer atenderla en lo que necesite mientras esté aquí en nuestra ciudad, y si necesita un guía no dude en decírmelo, soy el mejor guía.
Lo tendré en cuenta Freddy, y llámame por mi nombre que no soy tan mayor, ¿de acuerdo? Si, gracias Eva.
Ella le dice adiós a Freddy y se marcha al hotel para comer y antes cambiar su atuendo,
Al pasar delante de la piscina, ve que muchos de los huéspedes están comiendo en las mesas que rodean una de ellas, por lo que decide ocupar una de las mesas, sin pasar por la habitación para cambiarse, las chicas que hay en las mesas con sus parejas llevan algunas si parte superior y otras lucen sus pechos libres a la vista.
Eva, se ha puesto ya la parte superior del bikini y un camarero se acerca para tomar el menú que ha elegido, el camarero es un chico rubio alto y con un cuerpo moreno por el sol, amablemente le sirve en lo que ella desea comer y así trascurre la comida.
Algunas parejas y no pocos niños, disfrutan de la piscina, mientras ella los observe jugar, a la vez que va terminando su comida, como se siente algo cansada, se retira a la habitación y desnuda como es su costumbre se abandona en los brazos de Morfeo con un sueño reparador.
Cuando abre sus ojos son cerca de las siete de la tarde, el día aun es joven y la luz del sol, aunque con menos fuerza aun se nota, estando en la ducha, bajo el agua que cae sobre su piel, siente que esta como nueva, a dormido bien y el mar le ha estimulado lo suficiente como para sentirse con ganas de disfrutar del resto de lo que queda de día.
Recordando al chico de las hamacas, y la cara que se le puso al decir ella que no volvería a la playa esa tarde, decidió ir a saludarle, por lo que se puso otro bikini, esta vez negro y salió del hotel en dirección a las hamacas, Armando, estaba allí, cuando la vio, salió a su encuentro y la saludo de inmediato, Hola Eva, ¿que tal?
Hola Freddy, muy bien gracias, he descansado y estoy en la gloria, y sonrió al chico y le dijo, ¿trabajas hasta muy tarde?, no que va, ya estaba recogiendo las hamacas para marcharme, ah vaya, en ese caso no quiero que te entretengas por mi culpa, le dijo ella, que va Eva, al contrario, si estás aquí, termino de recoger y charlamos ¿te parece? Porque no, cuando quieras, no tengo prisa.
Mientras el chico terminaba su trabajo, ella aprovecho para bañarse otra vez en el mar, el agua estaba más fría que por la mañana, pero estaba estupenda para ella, llevaba unos minutos en el agua cuando Freddy se acerco a donde ella estaba, el chico nado a su encuentro, se veía que era un estupendo nadador, ya estaban a escasos centímetros y el chico le sonreía, gracias por esperar, le dijo él, al contrario, así me he animado a meterme otra vez en el agua, porque si no, me hubiera ido a dar un paseo por la playa y luego ver el paisaje, jejejjejje.
Eva si quieres, luego te acompaño, y le miro a los ojos esperando que dijera que si, pues mira si no tienes nada que hacer, me agradaría mucho, fenomenal, veras que zonas más bonitas hay por aquí no muy lejos.
Ella le sonrió, le agradaba la forma como la miraba Freddy, le gustaba sentirse deseada, y más aun por un chico joven tan bien físicamente, sin más se dirige a la orilla metiéndose en el agua, empieza a nadar, perdiéndose entre las olas, el, la sigue con la vista, en pocos minutos se lanza tras su estela, para detenerse a su altura, después de unos minutos, de estar jugando en el agua, salen del agua y van directamente a las hamacas, donde estaba la ropa de ambos, exhausta por la carrera, se dejo caer en ella boca arriba, el chico se había quedado de pie mirándola fijamente, su vista recorría todo su cuerpo, y sobre todo su pecho desnudo, una cintura cuidada y el tanga cubriendo su sexo rasurado, la tela ocultaba lo justo, con dos cordones a los lados anudados.
Ella cerro sus ojos, Freddy, se recostó en una hamaca a su lado sin parar de mirarla, veía a Eva tan cerca y con su cuerpo semi desnudo y sus pezones erectos por el efecto del agua del mar, su pecho no tenia las clásicas marcas de la ropa interior, pues ella tomaba baños de rayos uva para mantener el mismo tono de piel en todo su cuerpo, el cabello de Eva era largo y moreno, llegando casi a su cintura.
El chico en un alarde de valentía, se aproxima a su cara y tan cerca esta que Eva siente su calor, abre los ojos y le ve tan cerca, que al contrario de lo que el chico pudo temer, ella le regala una sonrisa, el mira su boca, tan próxima a la suya, y acercando mas sus labios a los de ella, los roza suavemente con temor aun, ella reacciona, cogiendo con una mano su cabeza y dándole un beso, sobre los labios temblorosos del chico, el suspira y le devuelve el beso con más fuerza que habilidad, y sus lenguas se pierden en la boca del otro.
El chico, sigue besando a Eva, a la vez que la abraza, sus manos acarician su espalda y cintura, una de sus manos llega a su tanga y recorre su trasero con miedo al rechazo, ella le devuelve las caricias abrazados como están.
Eva, puede ver el efecto que ha causado en el chico, pues no puede disimular el bulto que luce bajo la tela de su bañador, eso la excita gratamente, le gusta, y quiere seguir jugando con el chico, por lo que le da un frasco de crema bronceadora y le pide que le extienda un poco en su cuerpo para evitar quemarse con el sol.
Freddy, le toma el frasco y con una sonrisa enorme, le pide que se tumbe boca abajo y poniendo crema sobre sus manos, empieza a extenderla por su cuerpo, por su cuello, su espalda, llegando a su tanga y recorriéndolo, para bajar por sus piernas, hasta los pies, el subir de nuevo por sus piernas, sus manos masajean entre ellas y llegan a su tanga, el se esmera pícaramente en esa zona y nota como al tacto de su mano en su entrepiernas, ella suspira, el quiere y desea acariciar su culito y así lo hace por encima de la tela, le pide que se dé la vuelta y ella se pone boca arriba.
Freddy tomando una generosa cantidad en sus manos hace lo mismo que por su espalda, pero en esta ocasión por delante y hace igualmente el recorrido desde el cuello, bajando por su pecho, el los rodea y continua hasta su ombligo, ella le toma las manos con los ojos cerrados y se las pone sobre sus pechos, y le dice, no te olvides de ellos, son muy sensibles y delicados para que se quemen con el sol.
Por supuesto, le dice el chico, y masajea sus pechos con la crema y consigue que la crema desaparezca de tanto masajearlos, su pezones están erectos y duros, amenazantes, mirando al cielo azul que los caliente, el sigue hacia abajo y unta sus piernas y recorriéndolas por su la interior, llega a su sexo, esta húmedo y excitado, el recorre sobre la tela el sexo de Eva que gime por el placer que esas caricias le hace sentir, el chico, apartando un poco la tela, roza su sexo, y acaricia de arriba abajo, los labios del mismo, el, nota que están mojados, y metiendo primero un dedo y después otro más, la masturba suavemente, ella está en la gloria, pero temerosa de que alguien pueda obsérvalos, le pide que deje eso, y le insinúa, tranquilo Freddy, tenemos tiempo.
El chico, se siente frustrado por haber interrumpido su trabajo, y más aun con la erección tan enorme que luce tras la tela del bañador.
Ella se incorpora y besándole, le invita a tomar algo en la terraza del hotel que esta próxima, allí se dirigen ambos en silencio, toman asiento en una de las mesas que hay cerca de la piscina, piden unos refrescos y Freddy le dice, Eva, te apetece un baño ahora, y ella le contesta que si, en cuanto traigan las bebidas te acompaño,
El chico se sumerge en la piscina nadando hacia el extremo opuesto y en la orilla se para de espaldas a ella, ella en pocos minutos nada hacia él y al llegar a su lado le abraza desde atrás y le besa en el cuello, el se gira sobre sí mismo y la besa en los labios, sus cuerpos están juntos y ella puede notar la erección que ha vuelto a la entrepierna del chico, y ella le dice, no sé yo, me parece que vamos a tener que hacer algo con esto, y su mano se pierde en la entrepierna del chico y su bañador, hasta tomar su erecto pene en ella, la acaricia, sin que puedan ser descubiertos por los demás bañistas que aun hay en la piscina, y tras unos minutos, le dice, venga vamos a tomarnos la bebida y subo a cambiarme, ¿te apetece acompañarme?, por supuesto Eva.
Salen del agua y no tardan mucho en apurar los refrescos, mientras se van secando un poco los cuerpos, para no ir goteando hasta los ascensores, cinco minutos después, están ante la puerta de su habitación, ella la abre y el chico abrazándola por detrás la introduce en ella, cerrando la puerta tras ellos.
Continua....................
martes, 26 de mayo de 2009
La Cena con Pedro
Eva, al quedarse a solas.
Entra en su habitación, y tras darse una ducha relajante, saliendo del baño, se deja caer en la cama con la toalla envolviendo parte de su cuerpo, cierra sus ojos y se queda dormida, mientras le daba vueltas a lo acontecido hace pocos minutos con el vecino de habitación.
El sonido del teléfono la despierta, son ya las 20:15 de la tarde, es Roberto desde Madrid que la llama para saber cómo le va su estancia, ella le cuenta, pues mira amor, estaba ahora mismo dormida, he tenido un día estupendo, he conocido a Pedro, vecino de habitación aquí, en el hotel, un señor muy agradable, y le cuenta con detalle cómo le ha conocido, he quedado con él para ir a cenar esta noche.
Muy bien amor, diviértete, le dice su marido, yo en cuanto termine aquí ciertos asuntos que me retienen, me reuniré contigo y ya me contaras………….
Si, Roberto, ya sabes que es lo que siempre hacemos, contarnos todo, uno al otro, así que ya te contare, ahora voy a ir arreglándome, bien, amor, seguro que estarás preciosa, y sacaras tus encantos a relucir, jejejjejjejej seguro que sí, ya me conoces, bueno amor, diviértete, te quiero mi vida muchos besos, yo también mi amor, y colgando la llamada, no pudo evitar darse un baño en el jacuzzi que habia en la habitacion, era ideal para poder estar hasta cuatro personas ampliamente, la temperatura en la isla, era de las que te hacen desear pasar tiempo en el agua.
Eva, elige cuidadosamente la ropa que llevara a la cena con Pedro, unos zapatos de tacón alto color blanco, una falda-cintura, que cubre justamente sus glúteos y poco mas, un tanga de dos triángulos con sujeción por hilos a los lados, un sujetador top con apertura delantera, todo ello en color blanco, un collar de perlas y pendientes a juego, y un mini bolso de mano, una vez que repasa todo ante el espejo, haciendo un gesto de aprobación, se dirige a la cafetería al encuentro de Pedro.
Pedro no tarda en llegar, viste un traje color crema con una camisa marrón y corbata a juego, unos zapatos blancos, de punta y con una franja de color marrón, enseguida descubre donde Eva le está esperando, sobre todo por las miradas de los hombres y no pocas mujeres que dirigen sus miradas al final de la barra del bar, donde esta ella tomando un refresco, haciendo tiempo mientras llega el. Pedro, no puede evitar fijarse en las piernas de mi mujer, sentada en un taburete alto, sus piernas se muestran en toda su longitud, la falda es bien generosa a los ojos de quienes la observan, su vientre esta al descubierto, y el top que luce, es lo suficiente corto, para tapar justo sus pechos y poco mas, el canalillo, entre sus pechos, se ve generoso y puenteado por el cierre del sujetador-top.
Hola Eva, estas preciosa, ¿llevas mucho esperando? No Pedro, solo unos minutos, ¿te apetece tomar algo Pedro? Una cerveza por favor, una vez acabada la bebida, ambos salen del hotel en busca del coche, que los llevara, al restaurante para la cena.
El restaurante es de cocina india, ella le pide que elija el la comida, Pedro conocedor de la comida típica india, pide los diferentes platos que formaran su cena, tras los postres, Pedro le dice que quiere llevarla a un club para tomar unas copas mientras escuchan y ven un espectáculo, muy bien Pedro, tu eres el guía………………. Ya verás que bien lo pasamos.
Otra vez en el coche de Pedro, salen de la ciudad camino del lugar, una zona solitaria y amplia, desde donde se puede ver la luna brillar sobre la superficie del mar, el local es grande y con una gran pista en el centro, a un lado de la sala unos sofás todo lo largo de la pared, unas pequeñas mesas y algunas butacas sueltas, hacen de acogedoras zonas para tomar copas y ver el espectáculo, en esos momentos unas chicas animan al personal, que corea su baile, pidiendo que sean más provocativas en su baile, las chicas no se hacen mucho de rogar, y en pocos minutos ya están solo con la falda como toda vestimenta.
Pedro, parece ser conocido por el personal, pues nada más verlos, les llevan a un reservado, desde el que se puede ver perfectamente toda la pista y su entorno, a los pocos minutos tienen sus copas sobre la mesa, una pequeña lámpara, es toda la iluminación, del reservado.
¡¡Por nosotros!! Dice Pedro, brindando con mi mujer, ella le sonríe y con un gesto le confirma el brindis, estas deliciosa y muy atractiva Eva, gracias Pedro, el aproxima su boca a la suya y le da un beso en los labios, luego otro más intenso, continua con uno prolongado, mientras una mano de él, recorre su pierna hacia arriba, camino de su tanga, al llegar a él, recorre con sus dedos el pedazo de tela que cobre su bien depilado coño, siente que esta húmeda, y su respiración un poco acelerada.
Ella pone una mano sobre la de él, apretándola contra su sexo, como queriendo evitar que el deje de acariciar su coño, Pedro le sonríe a la vez que le dice, la noche aun no ha comenzado cariño.
Llevan en el local poco más de una hora, han tomado algunas copas, Eva, sobre todo zumos tropicales, levantándose, Pedro, le dice, perdóname unos minutos, ahora vengo, OK, le dice ella, a los pocos minutos regresa Pedro, acompañado de dos hombres agradables de aspecto, altos, fuertes, con pinta de hacer mucho ejercicio, uno de ellos es moreno de piel, ojos negros, y no más de 30 años, el otro es mayor, unos 45 más o menos, pelo rubio y ojos verde claro, Pedro hizo las presentaciones y todos se sentaron.
Eva, los observa en silencio, ella está al lado izquierdo de Pedro, Freddy el chico de color a su lado, y David el rubio enfrente suya.
¿Que os parece mi chica eh? Es preciosa, dice David, y a ti Freddy que ¿te parece? Esta para comérsela, responde mientras la mira como deseando desnudarla allí mismo, jajajajajaja ya os dije que es un Perla preciosa, Eva le mira como queriendo que le esplique que es esto, no te preocupes cariño, no te va a pasar nada malo.
Freddy mira como Pedro acaricia las piernas de ella, hasta perder de vista la mano de él, bajo su falda, ella suspira al notar sobre su sexo la mano de Pedro, el negro posa una de sus manos sobre la pierna de ella, imitando a Pedro, cuando llega a su sexo, Pedro retira la mano suya y le deja el camino libre al negro, este, con sus dedos aparta la pequeña tela y tocando los labios del sexo de mi mujer, los aparta, abriendo camino a sus dedo al interior del coño de ella.
David no pierde ni un movimiento, los manejos de Freddy, Pedro también, se acomoda como espectador, ella no puede evitar separar sus piernas, facilitando el juego del negro entre sus piernas y en su coño, el chico, tiene en su mano en coño de mi mujer, penetrándole con los dedos y haciéndole una esplendida masturbación ante los ojos de Pedro y David,
El negro sabe bien lo que hace, en pocos minutos consigue que la venga el primer orgasmos, otro no tarde en venirle a continuación, ella está super caliente, el negro se sitúa entre sus piernas y tirando del tanga se lo quita, al ver su sexo depilado y brillando por los flujos de su coño, acerca su boca a él y empieza a comer su coño, su lengua pasea por el interior a placer, su clítoris esta abultado por la excitación de la que es presa, su boca abarca todo su sexo, y no tarda en recibir en su boca la prueba de una nueva corrida, que el bebe con deleite.
El negro se incorpora y le da un beso, del que ella siente sus propios jugos vaginales, el chico le ha traspasado parte de ellos desde su boca, ahora es David, quien aprovecha para tomando la mano a Eva, la levanta y le pide que le siga, ella mira a Pedro y este le hace una seña asintiendo.
Ambos entran en una habitación donde hay una cama muy grande, una mesa y algunas sillas, según entran, David, empieza acariciando su entrepierna, hasta el coño desnudo de mi mujer, sus manos mojadas de las corridas de ella, salen de su coño y las huele el,mmmmmmmmmmm
Delicioso aroma a hembra………..dice Davis
Posando sus manos sobre la cintura de Eva, suelta su falda y queda desnuda de cintura para abajo, la empuja sobre la cama, boca arriba como ha quedado ella, el se sitúa entre sus piernas, y hunde su cabeza entre sus piernas abarcando con su boca todo su coño, le come con furia, fruto del estado de excitación que tiene el rubio David, ella gime con fuerza, como resultado del trabajo de David entre sus piernas, el, succiona con fuerza su clítoris, haciendo que se abulte grandemente, Eva, se retuerce de placer, mientras el muerde y come su coño, también sus dedos hacen su labor, trabajando su ano, poco a poco, va dilatando la entrada anal, en pocos minutos esta relajado y abierto para recibir el placer más intenso.
En esos momentos, aparecen Freddy y Pedro, en la puerta de la habitación, y miran con excitación la escena, David vuelve su mirada hacia la puerta, y Pedro le dice, continua continua……………………
David, siente la corrida de Eva en su boca, lo que hace que chupe con más fuerza, lo que hace que ella, tenga más convulsiones de placer, y se corra de nuevo, le pide que pare, pero él no le hace caso, y así termina por correrse por tercera vez en su boca, el cansado de tanto comerle el coño, se aparta y toma aire, momento en el que Pedro acercándose a mi mujer, le dice, Eva, creo que es hora de que les agradezcas sus atenciones.
Eva lleva aun puesto su top-sujetador, pues Pedro, puso como condición que en ningún momento se lo quitaran, ni tocaran sus pechos, salvo que él lo dijera, Freddy y David, se quitan su ropa ambos, y mientras que el negro coloca a Eva a cuatro patas, poniéndose detrás suya, y David, junto a su boca, delante suya, el negro se acaricia la polla, que va tomando unas dimensiones generosas, no menos de 22cm, el rubio al ver a su amigo, acerca su polla a la boca de ella y hace que abra la boca, metiendo parte de su polla, algo más corta, pero también más gorda.
Ella, fruto inequívoco de su estado de excitación, sujeta con ambas manos la polla para mamarla a gusto, acaricias sus huevos a la vez que mama tamaño pollon, mientras el negro, separando sus glúteos, sitúa la cabeza de su polla a la entrada de su culo, apretando un poco, su glande, se pierde en su interior, con dos golpes más de cadera del negro la polla toca el fondo de su culo, ese último golpe de cadera, hace que la polla del rubio, entre a tope en la garganta de Eva, que no puede disimular atragantarse.
Cada uno por su lado ambos follan a placer a mi mujer, mientras Pedro sigue la escena atentamente.
Llevan muchos minutos en esa postura, cuando deciden cambiarse, ahora es la polla del negro la que entra en contacto con su campanilla, mientras que David, de pierde dentro del culo de ella, a la vez que comienza a masturbar su clítoris, en pocos minutos ella siente que le viene un tremendo orgasmo, no puede evitarlo, pero no puede gritar con la polla en su boca, al sentir que explota, saca la polla del negro de su boca y suelta un fuerte gemido de placer.
Freddy, (el negro) viendo que ella está teniendo un orgasmo, no quiere dejar pasar la ocasión y rugiendo, suelta un chorro tremendo de semen en su cara y al abrir ella la boca, termina de correrse dentro de ella, Eva con la lengua limpia los restos de semen que le escurren por los labios y cara, David sigue apretándose a la ella mientras entra y sale de su culo la polla a punto también de estallar, no han pasado ni dos minutos, cuando tensándose, y con la polla a fondo, suelta los primeros chorros de leche en su cueva.
Pedro, según esta ellos separándose de ella, les hace señas de que han terminado, cuando ambos se han vestido, abandonan la habitación sin decir una palabra, Eva mientras se ha aseado en el baño y una vez vestida nuevamente, salen ambos del local, una vez que están en el coche, Pedro la besa en los labios y le da las gracias por el espectáculo vivido.
Continuara……………………………
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viernes, 22 de mayo de 2009
La Tentación inevitable de probarla
La Tentación inevitable de probarla
El calor es sofocante y Eva no puede aguantar mas así, por lo que decide darse una ducha que la consuele, mientras el agua cae por su cuerpo, ella no puede evitar acariciarse a la vez que se enjabona todo su cuerpo, sus pezones dan buena muestra de ello, erectos y duros, lucen apetitosos, no puede evitar recordar la noche de ayer en su casa de Madrid con Robert, su marido.
Robert es un autentico experto en dar masajes y sacar de sus pechos el placer más intenso que nunca antes hubiera sentido con ningún otro hombre, el ha conseguido que tenga orgasmos, con el solo “trabajo” en sus pechos.
Mientras cae el agua sobre sus pezones, ella tiene su mano derecha entre sus labios vaginales acariciándose, y con la otra mano se masajea sus pechos, llevando su lengua a los pezones y recibiendo parte de agua fría que cae de sus pezones, como su de una fuerte se tratara.
Saliendo de la ducha envuelta en una toalla se recuesta sobre una hamaca que hay en la terraza de su habitación en el hotel isleño, que Roberto reservo para los días que tiene que permanecer en la isla de Ibiza.
El calor y la toalla hacen sus efectos en su cuerpo y pronto está seco de nuevo, pero Eva tiene otro calor más profundo en su cuerpo, mientras permanece tumbada, tirando su toalla a un lado, sus manos recorren su cuerpo, las imágenes de la noche pasada vuelven a su cabeza y no puedo evitar excitarse, sus dedos se van abriendo camino entre los labios vaginales y empiezan a mojarse, su pezones están otra vez de punta y erectos al máximo, una mano los acaricia masajean sus pechos, mientras su masturbación va en aumento, separando sus piernas, su mano entra cada vez más profundamente en su coño, su descontrol es notorio y suelta pequeños suspiros que se van transformando en jadeos de placer.
Lo que Eva ignora es que no está sola en esta escena, pues varios ojos no pierden detalle de todo lo que ella hace sobre en su cuerpo y escuchan sus gemidos y suspiros placenteros que se le escapan de su boca.
Esos ojos y oídos siguen atentos la escena, Mientras Eva ha conseguido tener otro orgasmos mas con las caricias que se da en su coño, consiguiendo tener su mano toda empapada, fruto de sus corridas vaginales, mientras se va relajando, un placentero sueño va dando paso en ella, por lo que termina por quedar dormida a la sombra y sobre la hamaca en la que se encuentra.
Las divisiones físicas de las terrazas son de baja altura, lo que permite que pueda ser fácil pasar de una a otra zona, y eso es lo que hace quien ha estado pendiente de cualquier detalle de lo que Eva hacia, y ha tomado buena nota de lo que en este momento admira plácidamente dormido, el cuerpo desnudo de una mujer, para él una desconocida, un cuerpo bien formado, no es el de una modelo, pero es deseable, una altura media de un metro setenta, un peso cercano a los sesenta kilos, unos labios bien redondos y apetitosos, sus pechos no son muy grandes, una talla cien, pero unos pezones firmes y de dimensiones muy deseables, y en lo que ahora se fija es en su sexo, depilado y con unos labios sonrosados y cerrados, sus piernas bien formadas y unos pies bien cuidados, un pelo largo y sedoso que le alcanza casi el final de su espalda, ese es el balance que hace de la mujer que tiene a muy pocos centímetros.
Arrodillándose a su lado, le pasa la mano por su melena suavemente, aproxima su boca a los labios de ella y los besa muy ligeramente, casi sin rozarlos, para no despertarla, mientras tiene una mano en su cabellera, la otra la posa suavemente en su vientre, como no causa reacción en ella, la baja hasta el sexo de ella, y la deja quieta sobre su coño, ella hace un ligero movimiento, pero no abre los ojos.
El, se anima, y acaricia los labios del coño de mi mujer, ella al sentir esas caricias, deja escapar un suspiro, y separa sus piernas instintivamente, el hombre sintiéndose dominador de la situación, opta por ser más atrevido y va separando los labios de mi mujer, ella se mueve como si de un sueño se tratara, y se deja hacer, cada minuto que pasa, los movimientos de él, son más atrevidos y ahora sus dedos juegan a sus anchas con el clítoris de ella y la profanan sin tener resistencia alguna por parte de mi mujer, ella se mueve al compas del placer que siente dentro de su coño, hasta que le viene el primer orgasmo y es ahí cuando abre sus ojos y lo ve.
El hombre para evitar que ella pueda gritar, le tapa la boca con la mano, a la vez que la tranquiliza.
Tranquila cariño, no te voy a hacer ningún daño, y como puedes comprobar tu misma, lo que acabo de hacerte es muy placentero y te has corrido muy bien, mi mano y tus piernas son muestra de ello, entonces ella, acerca sus manos a su entrepierna y se nota toda húmeda, no lo ha soñado, ha tenido un orgasmo fruto de la masturbación que el hombre le ha hecho.
Tras los primeros momentos de confusión, ella se va tranquilizando y lo primero que hace, es tomar la toalla para cubrirse ante el desconocido que la sigue devorando con sus ojos, entonces él le explica, su terraza es la que esta junta a la de mi mujer, y el estaba tumbado en su terraza tomando el sol, cuando escucho unos suspiros que provenían de la terraza de al lado, al incorporarse y ver en esa dirección la vio tendida en la hamaca desnuda y masturbándose.
Pedro, que así se llama el hombre, se presento y le conto que hacía cuatro días que estaba en la isla y había venido solo, tenía 59 años y era ingeniero de caminos, trabajaba en Paris en una empresa española que tenía unas obras en Francia, el hombre era alto, un metro ochenta y nueve centímetros, fuerte, pelo canoso y de trato agradable, según pudo apreciar Eva mi mujer.
Ella, le conto a su vez que acaba de llegar hace unos horas y que también estaba sola, hasta que llegara su marido de Madrid, que estaba terminado unos asuntos de la empresa, le dijo que se llamaba Eva, y que tiene 33 años.
Bien Eva, ahora que ya no somos dos desconocidos, ¿me permites invitarte a cenar esta noche? De acuerdo Pedro, ¿a qué hora quedamos? ¿Te parece bien a las diez? Muy bien, a esa hora estaré lista.
¿Me permites una pregunta Eva? Tu dirás Pedro, cuando antes, te estaba acariciando, en algún momento ¿te distes cuenta de que era algo que estaba sucediendo en esos momentos o estaba en tus sueños? Ella le sonríe y le dice algo ruborizada, te voy a ser sincera, anoche tuve una noche especial con Robert mi marido, y fue tanto el placer que tuve, que hoy sigo teniendo visones y sueños con esos momentos vividos con el anoche, por eso, quizás no me desperté antes, sentía tal placer, que no quise estropear mis placeres, aunque fuese en sueños.
Me halaga mucho tus palabras, aunque no vayan dirigidas directamente a mí, pero me agrada saber que te he dado un placer tan bueno y que terminara en un orgasmo tan delicioso, me has empapado toda la mano, y me quede con ganas de continuar, pero temí tu reacción al despertar y que todo terminara mal, ella se levanto de la hamaca y ambos de pie frente a frente, le dio un tierno beso en la mejilla, el no puede resistir abrir la toalla que la envuelve y admirar su cuerpo tan cerca suya desnudo, ahora con la tranquilidad, ella le mira a los ojos, mientras él la recorre con la mirada de arriba abajo, tienes un cuerpo muy apetecible y he notado que se te excita gratamente al tacto, tus pechos son firmes y duros, el tamaño ideal para hacer que un hombre pierda la cabeza entre ellos, lleva una de sus manos a su pecho y la posa sobre él, lo dicho, la medida ideal, y firmes, con unos pezones deliciosos, que espero pueda degustar, ella le sonríe y le dice como toda respuesta, quedamos en la cafetería ¿vale Pedro?
De acuerdo Eva, allí nos veremos a las 22:00 horas ok.
sigue..............La Cena con Pedro
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miércoles, 18 de febrero de 2009
Gracias por las fotos que me enviais
Tras haber publicado mi blog, y quizás motivado por las fotos que ilustran algunos de los relatos, me han empezado a llegar fotografías de todo tipo, la mayoría de desnudos, unas artísticas y otras, más normales, lo que agradezco de antemano es la voluntad expresada con ellas de que las publique en próximos relatos, y por supuestos así lo hare.
Nuevamente Gracias por vuestra colaboración.
Y si alguien desea que publique su Historia, con mucho gusto, sería el medio para plasmarlas en un relato, y que nuestros amigos puedan disfrutar al leerlas
Nuevamente Gracias por vuestra colaboración.
Y si alguien desea que publique su Historia, con mucho gusto, sería el medio para plasmarlas en un relato, y que nuestros amigos puedan disfrutar al leerlas
miércoles, 28 de enero de 2009
Perfecto Desconocido
Perfecto Desconocido
Ella estaba desnuda, con las manos atadas a la espalda, los ojos vendados... él le había mandado a abrir las piernas, flexionando las rodillas; entre sus muslos se podía ver brillar la humedad en su coño depilado, los labios levemente abiertos por la turgencia de la excitación. Las manos de él recorrían lentamente su cuerpo, sus piernas y muslos, su vientre, sus pechos, deteniéndose de vez en cuando en sus pezones, ya muy erectos... lo único que no había siquiera tocado ni un instante era precisamente el coño ansioso de caricias... Las caderas de ella se movían en una rotación sensual, alzando la pelvis cada vez que la mano de él descendía al monte de Venus… pero sin bajar más allá a la grieta… el movimiento se interrumpía justo antes del clítoris... los muslos le temblaban de deseo mientras la boca de él recorría lentamente su cuello desde la base hasta la oreja que capturaba entre sus labios y torturaba deliciosamente con la punta de la lengua... de vez en cuando su boca se desplazaba a la de ella... Así, después de un rato, por fin sus dedos buscaron el hinchado clítoris no sin humedecerse antes en los jugos del coño ya inundado... Empezó entonces a masturbarla muy despacio, muy lentamente, moviendo los dedos de arriba abajo, recorriendo toda la superficie del clítoris intercalando este movimiento con otro giratorio, rotando la punta del dedo alrededor, rodeándolo... Ella movía más las caderas y abría aún más los muslos, ofreciendo su coño a la caricia... elevando el pubis como buscando estrechar el contacto con los dedos de él... pero entonces él los separaba un poco para mantener sólo un ligero tacto, contrarrestando el ansioso movimiento de las caderas... el deseo de ella aumentaba con el intenso placer que sentía, sus muslos temblorosos se prolongaban en sus piernas ya muy tensas y en sus pies, estirados, con los empeines alineados, casi con el pie de punta… Mientras trabajaba así su sexo, su boca se movía entre la boca de ella, su cuello y sus pezones, mientras su mano izquierda sehabía apoderado de las nalgas femeninas… su placer era ya muy intenso… En esto, él se separó de ella y se dirigió a abrir la puerta sin dar ninguna explicación; ella allí, desnuda, atada y vendada, expuesta y a su merced, oyó como junto a los pasos de él, otros paso más leves, femeninos se encaminaban hacia la cama donde se encontraba ofrecida… sin ninguna explicación, nadie habló… ella frustrada por la interrupción abrupta del placer estaba más excitada, ardiente, muy caliente… Sintió inquietud, pero también un intenso morbo de verse así ofrecida desnuda a la visión de la desconocida… su coño ansiaba la continuación de las caricias que lo habían inundado… Nadia habló, ella tampoco preguntó nada, pero entonces volvió a sentir la mano de él en su coño un instante, pero acompañadas por otras manos más pequeñas, que acariciaban sus tetas… pronto una de esas manos femeninas se unió a la de él en su ardiente coño, abriéndolo y colaborando activamente en la masturbación…sustituyendo alternativamente los dedos de él; el otro par de manos se repartían su piel recorriendo todo su cuerpo, mientras dos bocas ávidas besaban, lamían y chupaban todo lo que se les ofrecía… esas mismas bocas, por turnos primero y luego en una deliciosa confusión de lenguas lamían intensamente su coño pletórico de un intensísimo placer… los dos la sujetaban mientras comían su sexo, luchando con la agitación creciente de sus caderas, sujetando sus hermosos muslos abiertos hasta el límite. Llegado a un punto ella ya no sabía quien la chupaba en cada momento ni quien la masturbaba o la manoseaba por todas partes, su cuerpo era un territorio en poder de aquellas cuatro manos y de aquellas dos bocas… Ella ni preguntó quién era la deliciosa visitante, sólo disfrutaba de su exhibición ante ellos, de su exposición desnuda y ofrecida a las ardientes caricias… de sentirse masturbada y poseída por sus manos y bocas, solo deseaba que continuaran, que no se pararan
Ella estaba desnuda, con las manos atadas a la espalda, los ojos vendados... él le había mandado a abrir las piernas, flexionando las rodillas; entre sus muslos se podía ver brillar la humedad en su coño depilado, los labios levemente abiertos por la turgencia de la excitación. Las manos de él recorrían lentamente su cuerpo, sus piernas y muslos, su vientre, sus pechos, deteniéndose de vez en cuando en sus pezones, ya muy erectos... lo único que no había siquiera tocado ni un instante era precisamente el coño ansioso de caricias... Las caderas de ella se movían en una rotación sensual, alzando la pelvis cada vez que la mano de él descendía al monte de Venus… pero sin bajar más allá a la grieta… el movimiento se interrumpía justo antes del clítoris... los muslos le temblaban de deseo mientras la boca de él recorría lentamente su cuello desde la base hasta la oreja que capturaba entre sus labios y torturaba deliciosamente con la punta de la lengua... de vez en cuando su boca se desplazaba a la de ella... Así, después de un rato, por fin sus dedos buscaron el hinchado clítoris no sin humedecerse antes en los jugos del coño ya inundado... Empezó entonces a masturbarla muy despacio, muy lentamente, moviendo los dedos de arriba abajo, recorriendo toda la superficie del clítoris intercalando este movimiento con otro giratorio, rotando la punta del dedo alrededor, rodeándolo... Ella movía más las caderas y abría aún más los muslos, ofreciendo su coño a la caricia... elevando el pubis como buscando estrechar el contacto con los dedos de él... pero entonces él los separaba un poco para mantener sólo un ligero tacto, contrarrestando el ansioso movimiento de las caderas... el deseo de ella aumentaba con el intenso placer que sentía, sus muslos temblorosos se prolongaban en sus piernas ya muy tensas y en sus pies, estirados, con los empeines alineados, casi con el pie de punta… Mientras trabajaba así su sexo, su boca se movía entre la boca de ella, su cuello y sus pezones, mientras su mano izquierda sehabía apoderado de las nalgas femeninas… su placer era ya muy intenso… En esto, él se separó de ella y se dirigió a abrir la puerta sin dar ninguna explicación; ella allí, desnuda, atada y vendada, expuesta y a su merced, oyó como junto a los pasos de él, otros paso más leves, femeninos se encaminaban hacia la cama donde se encontraba ofrecida… sin ninguna explicación, nadie habló… ella frustrada por la interrupción abrupta del placer estaba más excitada, ardiente, muy caliente… Sintió inquietud, pero también un intenso morbo de verse así ofrecida desnuda a la visión de la desconocida… su coño ansiaba la continuación de las caricias que lo habían inundado… Nadia habló, ella tampoco preguntó nada, pero entonces volvió a sentir la mano de él en su coño un instante, pero acompañadas por otras manos más pequeñas, que acariciaban sus tetas… pronto una de esas manos femeninas se unió a la de él en su ardiente coño, abriéndolo y colaborando activamente en la masturbación…sustituyendo alternativamente los dedos de él; el otro par de manos se repartían su piel recorriendo todo su cuerpo, mientras dos bocas ávidas besaban, lamían y chupaban todo lo que se les ofrecía… esas mismas bocas, por turnos primero y luego en una deliciosa confusión de lenguas lamían intensamente su coño pletórico de un intensísimo placer… los dos la sujetaban mientras comían su sexo, luchando con la agitación creciente de sus caderas, sujetando sus hermosos muslos abiertos hasta el límite. Llegado a un punto ella ya no sabía quien la chupaba en cada momento ni quien la masturbaba o la manoseaba por todas partes, su cuerpo era un territorio en poder de aquellas cuatro manos y de aquellas dos bocas… Ella ni preguntó quién era la deliciosa visitante, sólo disfrutaba de su exhibición ante ellos, de su exposición desnuda y ofrecida a las ardientes caricias… de sentirse masturbada y poseída por sus manos y bocas, solo deseaba que continuaran, que no se pararan
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Fuego en el Cuerpo
FUEGO EN EL CUERPO
Sonrió al oír que se abre la puerta del garaje, acabó apresuradamente lo que estoy haciendo en la cocina, me quitó el delantal y acudo deprisa al salón, esperando encontrar allí a Roberto, mi marido, y a Pablo, más de diez años mayor que mi marido y que ella lo quería como a un padre.
Pero al verlos se quedó parada porque venían acompañados de otros dos hombres, miró a su marido con una forzada sonrisa y éste se apresuró a disculparse por no haberla avisado que serían dos más a cenar, que eran dos jóvenes doctores que habían colaborado en el seminario de neurocirugía que había dirigido. Le presentó a Samir, que tenia 39 años, y mientras se estrechaban la mano Eva se sintió atraída por los azules ojos del otro, en aquel instante se dio cuenta de que estaba mirándole las piernas, e interiormente maldijo a su marido por no haberla avisado, pues entonces no llevaría puesto el precioso vestidito que tanto le gustaba a él, uno de los que tan sólo conseguía que vistiera en la intimidad del hogar.
Vestido de tirantes, generosamente escotado, y sobre todo, algo que encantaba a Roberto era que este transparentaba levemente. Roberto le decía que era un vestido normal y precioso, pero ella de por sí casi siempre sentía vergüenza de cómo la miraban e importunaban a la mínima oportunidad. Aun estando en casa, para disimular el efecto, se había puesto unas braguitas del mismo color que el vestido por la presencia de Pablo, para no tener que sentirse avergonzada. Seguidamente le presentó a “ojos azules”, John, de 43 años, rubio y muy atractivo, y Eva también se dio perfecta cuenta de cómo le repasó el escote antes de mirarla a los ojos, Eva le aguantó la mirada un eterno instante y ahora sintió algo más que atracción, y hasta se estremeció cuando Joan le cogió y besó la mano, y John percibió en sus labios el estremecimiento de Eva.
Sintiéndose aún más ruborizada de lo que estaba se fue de inmediato a su habitación, y aproximándose a un armario se subió el vestido hasta la cabeza agitándose como una serpiente, quedó parada, indecisa, con los pechos desnudos y unas preciosas braguitas de color azul celeste, se dijo que haría el ridículo cambiándose ahora, lo soltó, se lo ajustó a los pechos y se estiró la falda, y se cambió las zapatillas por unos zapatos con tacón del mismo color que el vestido, y salió de la habitación con el estómago encogido y una inquietante sensación de vulnerabilidad, pensando en que mejor sería fingirse indispuesta y quitarse de en medio.
Mientras iba preparando la mesa no podía evitar mirar a John, se recriminaba por ello pero seguía haciéndolo y se daba cuenta de que Joan también aprovechaba cualquier circunstancia para mirarla, y Eva se asustaba por las intensas sensaciones que la asaltaban y avergonzaban.
Sonó el teléfono y resultó que el Hospital requería urgentemente al marido. Roberto se disculpó ante todos, y mirando a su esposa les dijo que los dejaba en buenas manos, y antes de salir se disculpó con su esposa diciéndole que se vio obligado a invitarles, la besó y le prometió una buena compensación.
John la miraba con más libertad, y Eva se sentía cada vez más alterada y asustada, avergonzada por su propio comportamiento, por no cortar aquello de raíz, estaba nerviosa, le temblaban las manos y servía torpemente la mesa. Pablo y Samir fueron a la biblioteca del despacho de Roberto y John se arrellanó en un sillón desde donde podía verla bien mientras iba y venía de la cocina, y así se complacía observándola descarada y provocadoramente. Eva estaba ultimando la mesa y se obligó a ignorarlo porque si lo miraba se sentiría en la obligación de tener que llamarle la atención o algo más. Pasó por delante de él en dirección a la cocina, se detuvo y giró la cabeza para comprobar algo de la mesa, pero vio a John mirándole el culo, y que desvergonzadamente seguía haciéndolo, de forma ofensiva, y queriendo mostrarse indignada se giró y quedó mirándolo de frente, pero la emoción que la embargaba le impedía recriminarlo, John disfrutaba ahora mirándole las piernas y ella tampoco podía moverse, John la miró a los ojos y eso ya provocó que reaccionara: miró hacia la mesa y titubeó entre volver o seguir, desconcertada, se esforzó en recordar para qué se había girado, pero la intensidad de las sensaciones la mortificaban y sintiéndose sofocada por intensos ardores que la encendían volvió a girarse con torpeza, dudando, sin determinarse a ir o volver, alterada por aquellos ojos que la penetraban y le aceleraban el corazón.
John se espabiló para tomar asiento frente a Eva. Ellos cenaban y conversaban animadamente mientras que Eva apenas comía y se mostraba ausente. John intentaba hablar con ella, pero Eva se mostraba esquiva y le contestaba con monosílabos, parecían desprecios y John no tuvo más remedio que desistir.
John no le dirigía la palabra pero sí las miradas, y Eva cada vez se iba quedando más indefensa. El corazón de Eva galopaba y tenía la sofocante sensación de tener los senos prácticamente al desnudo cuando John se fijaba en su escote. Seguía sin apenas comer pero ya iba por la segunda copa de cava, y así se iba calmando su nerviosismo, sintiéndose mejor porque también se iba calmando su atormentada conciencia. Estaba incómoda y pensando en ir al lavabo a refrescarse y ponerse un salva slip. Dejó de pensar en sus braguitas y de forma irreflexiva y con nerviosa pronunciación entró de repente en la tertulia porque se sentía animada y ya no podía seguir resistiéndose al placer de hablar con Joan.
Eva no paraba de sorber el cava mientras conversaba sobre todo con John, y enseguida ambos consiguieron establecer su particular conversación. Eva se sentía cada vez más seducida y dejaba volar su imaginación, y el vientre se le endurecía por el acentuado gusto que sentía cuando se miraban a los ojos.
Habiendo acabado de cenar se levantaron de la mesa, se dirigían al salón anexo al comedor y Eva se tambaleaba por momentos, y al bajar un pequeño escalón que dividía ambas estancias perdió la verticalidad y John estuvo presto a auxiliarla sujetándola. La cogió en brazos pero aprovechando para meter la mano por dentro de la falda. Eva cerraba los ojos y se deshacía de gusto sintiendo la inquieta mano de John acariciándole la intimidad. La sentó en el sofá y retiró lentamente la mano, resistiéndose a dejar de tocarle el culo y quedándole al descubierto buena parte de los muslos, entonces ella inspiró profundamente y entreabriendo los ojos dijo que la perdonaran. John se había sentado a su lado y la rodeó con un brazo, diciéndole que no tenía importancia, que había comido poco, que descansara y no se preocupara de nada, y Eva recostó la cabeza en el brazo de John, y apoyó la mano derecha en su pecho.
Su amigo del alma, Pablo, soltero por vocación, le estiró la falda, aunque antes de hacerlo se unió al coro de admiradores, hasta obligarse a estirársela lentamente, pero aún así le quedaron al descubierto una parte de los muslos, y se fue a la cocina, turbado, para prepararle un café bien cargado. John y Samir estaban subyugados observando las piernas que Eva mantenía pudorosamente apretadas, deseando que las abriera, deseándola a ella.
La mano de Eva se desmayó sobre la entrepierna de John, y éste miro a Samir, sorprendido, y seguidamente miraba la mano y otra vez a Samir con incertidumbre, como preguntándole qué debía hacer, pero Samir sólo prestaba atención a la actividad de la mano sobre el abultado “paquete”, dudando aún de si era lo que parecía. El pecho de John oscilaba casi jadeando, y éste reaccionó acariciando la cabeza de Eva con la mano que tenía en su espalda. La bragueta se tensaba cada vez más, y por fin la mano presionó y siguió acariciando, John encogió el estómago, asustado. John miraba alternativamente la mano y a Samir con la boca abierta, Eva abrió la mano, y así plana la mantuvo indecisamente unos instantes y volvió a subirla al pecho de John. La respuesta de Samir fue agachar la cabeza para intentar ver por dentro de la falda, y John, de forma vacilante puso la otra mano en la rodilla de Eva, sus piernas temblaron al contacto, y aunque sin separarlas dejó de mantenerlas apretadas. John miró a Samir y éste le indicó que le metiera la mano. John se decidió y fue introduciéndola lentamente entre los muslos, reptando en íntimo contacto con la parte más tierna de ambos muslos mientras que ella los abría lo justo para franquearle el paso, con interrupciones cuando John negaba con la cabeza mirando a Samir, como diciéndole que no podían seguir adelante. La punta de un dedo por fin hizo contacto con las bragas y Eva suspiró y se abrió de piernas un poco más, y la yema del dedo fue rozándole suavemente por la parte más húmeda de las bragas.
Samir, que ya se había sentado al otro lado de Eva, decididamente le arremangó completamente la falda, y ambos permanecieron quietos observando lo descubierto con admiración. Samir le tocó los muslos con glotonería, separándole un poco más las piernas. Los dedos de John volvieron a cobrar vida y lentamente se introducían en las bragas con la palma sobre el muslo, hasta llegar a cubrirle el coño con las yemas de los dedos, acariciándola él con delicadeza. Samir había desplazado una mano hacia el culo y la metió por dentro de las bragas. Eva gemía suavemente, de forma entrecortada porque se estaba reprimiendo. John ya le rozaba y separaba los labios vaginales y ella agudizaba los gemidos, aunque seguía reprimiéndoselos, y enseguida le apretó y friccionó el coño metiéndole toda la mano en las braguitas, provocando que Eva ya gimiera de forma más fluida. John miró turbadamente a Samir, con la respiración acelerada, le acariciaba circularmente toda la vulva y Eva gemía con más agudeza, como sufriendo. La penetró y movió los dedos dentro de la vagina y Eva aún se abrió más de piernas. Le inclinó la cabeza hacia arriba para mirarla estrechamente a los ojos, los tenía cerrados, pero sintiendo Eva su aliento en los labios los abrió y John aprovechó de inmediato la invitación. La morreaba y ella lo cogía por la nuca y movía la pelvis al compás del vaivén de la mano, y a Eva se le deshacían la lengua y todos los labios.
Morreándola sin tregua sacó la mano de las bragas, y se abrió la bragueta y se sacó la polla, que bien erecta mantenía la verticalidad. Allí llevó la mano que Eva tenía en su nuca, y Eva se la cogió sin dudarlo, se la apretó con fuerza y John se exclamó como desinflándose. Eva empezó a frotársela moderadamente en toda su extensión y John recostó la espalda disfrutando que lo masturbara sin prisas y apretujándosela rotando la mano.
Samir la cogió por la nuca y la inclinó sobre la entrepierna de John, Eva tampoco lo dudo un instante, entreabrió los ojos, inclinó la polla hacia su boca y se metió dentro el glande, y chupándole bien aquella parte tan sensible John se exclamaba y echaba las manos hacia atrás.
Eva disfrutaba ciegamente: se la mamaba y exprimía con la mano. Se estaba acelerando y John tuvo que separarla de la polla, le enderezó el cuerpo y volvió a besarla con poca convicción, pero ella se separó y se echó sobre la polla, y John puso las manos sobre su propia cabeza y le dijo a Samir que esa mujer podía con él, que así no podía aguantar. Eva disfrutaba mamándosela vorazmente, profundizándola de vez en cuando, intentando metérsela dentro tanto como podía, y John jadeaba con expresión de dolor, y ahora con los brazos agarrotados y clavados en el sofá intentando librarse de la excitación, pero no tuvo más remedió que sujetarle la cabeza, refrenado sus movimientos, sintiéndose muy enojado consigo mismo, y echó la suya hacia atrás para no ver cómo se la mamaba, apoyando la nuca en el respaldo e intentando evadirse, sin dejar de sujetarle la cabeza.
Samir estaba impresionado observando la excitada mamada de Eva, se abrió la bragueta y se sacó la verga mirándolos con lujuriosa impaciencia, y aunque haciéndose una paja siguió metiéndole mano, le apretujó un muslo, y como veía que John no estaba para más alegrías aprovechó para hacerse con el coño: metió decididamente la mano dentro de las bragas y agresivamente la ensartó con dos dedazos, provocándole una fuerte y asustada inspiración por la repentina impresión. Samir siguió moviéndolos en vaivén y Eva empezó a oscilar la pelvis, la complacía penetrándola con los dedazos y de forma que le iba rozando el clítoris con el pulgar. Las exclamaciones de Eva aumentaban porque sentía la proximidad de un orgasmo. Pablo estaba agazapado en el umbral de la puerta, observando, y entonces, cuando Eva empezaba a exclamarse libremente se acercó lentamente hacia ellos, se detuvo enfrente, y miraba boquiabierto, y evidentemente empalmado.
John y Samir sonrieron al verle, con la bragueta apuntalada, pero también lo miraban esperando su reacción mientras Eva volvía a mamarla sin reservas ahora que había cesado la sujeción de su cabeza, contrastando la quietud de ambos con la agitación de ella, que incluso oscilaba aún más la pelvis reclamando la estimulación de los dedazos, esperaban y temían la reacción de un hombre tan alto como Samir pero aún más corpulento. Pablo miraba a Eva con excitación, y como un autómata se limitó a dar unos pasos para sentarse en un sillón, sin perderse detalle y desde el que podía observarlos bien. Eva movió la pelvis elevando el culo y Samir reanudó la estimulación. John le acariciaba la espalda y la cabeza, y volvía a impresionarse observando con qué voracidad se la estaba mamando. Samir sacó la mano, y resguardándose la verga le dijo algo a John, y éste elevó la cabeza de Eva y se la apretó contra el estómago, respirando con alivio. John se puso de pie y la cogió en brazos con dificultad, costándole levantarla. Samir le propuso a Pablo que se uniera a la “fiesta”, pero éste ni parpadeó y permaneció sentado. Con Samir por delante encontraron la habitación de matrimonio. Al entrar y cerrar la puerta Eva abrió los ojos, se hizo soltar y se puso en pie, retrocedió de espaldas y de forma insegura, John avanzó y la sujetó de los hombros mirándola a los ojos, fue acercándole la cara hasta besarla en los labios, Eva los abrió y se enzarzaron abrazándose y morreándose. John quiso abrirle la cremallera del vestido, no cedía y se la desgarró un poco, dejó la cremallera y le desplazó los tirantes, los arrastró por los brazos, le arrastraba el vestido hacia abajo, pero antes de descubrirle los pezones se detuvo unos instantes para disfrutar plenamente del momento, y tiró lentamente hasta que brincaron los pezones y ambos pechos salieron del vestido y quedaron espléndidamente desnudos. Volvió a detenerse para regocijarse observando la belleza de sus encantos, sus gruesos y excitados pezones, y a dos manos le acarició los pechos y le vapuleó los pezones con los pulgares. Eva había cerrado los ojos y suspiraba con excitación. John metió las manos por los costados, por dentro del vestido, y las fue bajando, desnudándola, fijándose en cada detalle, y dada su posición aprovechó para chuparle un pezón mientras sus manos pasaron por las caderas arrastrando el vestido hasta que cayó al suelo. John levantó la cabeza para verla mejor y entonces Eva quiso besarlo, pero John la sujetó para mantenerla separada y así poder verla como quería.
Luego volvió a tocar aquellos pechos que tanto le habían atraído y excitado anunciándose en el escotado vestido. Disfrutaba acariciándole los pechos y a Eva le costaba reprimirse las ganas de cogerle de la polla y arrastrarlo a la cama para tirárselo. Joan se fijó en uno de los erectos pezones y se inclinó para besarlo y chuparlo más detenidamente, excitándose tanto que no mesuró la fuerza al mordérselo. Eva se dolió y reaccionó cogiendo y estrujándole tanto la polla que Joan también se dolió y encogió el vientre, y sin separar las manos de los pechos se enderezó y la morreó. Samir estaba agachado detrás de ella y ya le había bajado las braguitas y le estaba tocando, besando y mordiendo el culo. Le sacó las braguitas de los pies, y subió una mano entre sus piernas, acariciando hasta llegar a cubrirle el coño. Joan la separó para desnudarse y entonces Samir se puso en pie y aprovechó para apoderarse de Eva, la giró hacia él y le acarició los pechos. Eva miraba hacia abajo observando ensimismada la intimidante verga que la apuntaba. Samir disfrutaba magreándola a la vez que la besaba por la cara, dirigiéndose a sus labios, Eva iba a cogerle aquella verga que le parecía desmesurada en el mismo instante que sintió la lengua de Samir en su boca, y de forma instintiva lo rechazó y se giró y se abrazó a Joan, que ya le quedaba solamente el slip puesto. Samir se enfadó y tiró con fuerza de su cadera, separándola de Joan pero sin conseguir que deshiciera el abrazo, pero la forzó más y consiguió doblarle la espalda, se cogió la verga para tirársela por detrás mientras que Joan la sujetaba de la cabeza, como para que se la mamara.
La verga de Samir contactó con la vulva pero Eva reaccionó echándose hacia el estómago de Joan y consiguiendo que Samir errara la fuerte embestida y que se la clavara en una nalga. Eva se enderezó y se giró con mal genio y le dio tal empujón a Samir que habría caído de espaldas de no ir a parar con la espalda arqueada contra un armario. Volvió a girarse y miró a Joan jadeando con los labios abiertos, deseándolo, se abrazaron casi violentamente. Le pidió que echara a Samir de la habitación, pero Joan se limitó a decírselo y Samir no le hizo caso. La cogió en brazos y Eva se aferró a su cuello y lo morreó mientras la llevaba y dejaba sobre la cama, se abrió de piernas y brazos, dispuesta a recibirlo profundamente, Joan se moría de excitación y casi se arrancó el slip, se echó entre sus piernas y brazos y la penetró bruscamente, haciéndola gritar. La penetró varias veces más con la misma contundencia y enseguida se refrenó por miedo a correrse.
La miraba con emoción, sintiéndose afortunado por estar follándose a una mujer tan preciosa y ardiente, sintiéndose también sobreexcitado por la diferencia de edad, y su mayor deseo era poder satisfacer a una mujer tan experimentada como le estaba pareciendo, y con ese pensamiento la acariciaba y besaba y follaba tranquilamente, manteniendo el control. A Eva le había encantado el fuerte arranque de John y ahora le sabía a poco tanta mesura, estaba encendida y deseaba fuego, y abriéndose más de piernas y ofreciéndole más coño lo abrazaba por la espalda y por el culo incitándolo a penetraciones más apasionadas. John también deseaba romperla de gusto pero en absoluto quería correr el riesgo de parecer inexperto por una incontenible eyaculación, y seguía follándola pausadamente. Eva no pudo reprimirse y enseguida la “dulzura” de John fue barrida por el excitado furor de Eva, que apoyando los pies en la cama y trincándolo del culo se hacía penetrar imprimiendo fuertes movimientos de cadera. John quedó desconcertado porque se sentía incapaz de apaciguar la torrencial excitación de Eva, y no acababa de asimilar que ahora fuera Eva la que se lo estaba follando. Eva se movía con nervio y fuerza, con todo su cuerpo en tensión, agarrándolo de las caderas y moviéndoselas con suma facilidad. John se sentía dominado y frustrado, y no podía hacer más que dejarse pasivamente, y aun así temía correrse de forma prematura por la excitación que Eva le provocaba. Eva lo apretó fuertemente del culo y lo hizo rodar colocándose encima y sin deshacer la penetración, flexionó las piernas hasta arrodillarse y se desbocó cabalgándolo, golpeándole el sexo y haciendo crujir la cama con sus desplomes. John seguía desconcertado y sin capacidad de reacción ante la forma con que Eva se lo estaba tirando, imprimiendo un ritmo que para John era enloquecido, y hasta peligroso porque temía por la integridad de su masculinidad y procuraba mantenerla en la dirección adecuada para que Eva acertara en las penetraciones. Seguía llevando su pensamiento lejos de allí para poder aguantar sin eyacular, y aparte de frustrado se sentía ridículo ante Samir por la dominación a que era sometido. Samir sólo pensaba en que llegara su oportunidad y en disfrutar del espectáculo. Eva ya presentía la proximidad de su orgasmo y eran tan intensas las sensaciones que ni se atrevía a seguir, estiró las piernas y lo sujetó para volver a rodar poniéndoselo encima, manejándolo como un muñeco, queriendo que John siguiera y la obligara a morirse de gusto. John seguía sin encontrarse a sí mismo, Eva siguió tirándoselo y no tardó en llegar a tal acumulación de placer que se agarrotaba, que desfallecía de gusto, con sensaciones tan intensas que hasta temía al orgasmo, deseando y necesitando que ahora él la obligara a reventar de gusto, necesitando que él tomara el relevo porque ella se sentía incapaz de soportar tanto gusto, tenía que ser obligada a tragarse el gusto, y abriéndose al máximo de piernas y cogiéndole la cara le susurró unas afrodisíacas palabras para espolearlo: “dame John, por dios, ahora tienes que darme mucho, dámelo todo, mátame de gusto, John.” John no se arrojó cuesta abajo, pero empezó a darle con cierta alegría. Volvía a sentirse bien habiendo recuperado la iniciativa, sacando pecho, sintiéndose machistamente emocionado al darse cuenta de que la tenía a punto de correrse, de conseguir matar de gusto a semejante mujer, satisfecho de sí mismo. Eva se dejaba pasivamente y disfrutaba plenamente de los momentos más dulces, ya se sentía reventar de placer y lo apretó fuertemente con los brazos, era tan fuerte e insoportable el gusto que quería cerrarse de piernas y le costaba exclamarse, lo apretaba y retorcía con las manos, pero no podía resistirse a la necesidad de cerrase y lo abrazó con las piernas. John seguía dándole con buen ritmo, pero sin desmelenarse como ella estaba deseando para acabar cuanto antes con aquel “sufrimiento”, y Eva, aunque temblándole las piernas las abrió y flexionó dejando los pies sobre el culo de John. Se abrió cuanto pudo de piernas y entonces gritó: se iniciaba su orgasmo, se desataba el nudo que agarrotaba su vientre. Eva siguió gritando al impulso de las sensaciones orgásmicas, apretándose a John, cerrándose a John con piernas y brazos y disfrutando al límite de lo soportable.
Ya habían pasado los más deliciosos momentos del orgasmo y le seguía costando soportar las sensaciones, lo sujetó del culo para que la follara suavemente y él la complació. John ya sentía la proximidad de su eyaculación y aumentó el ritmo, pero Eva ya no fue capaz de soportar más y se cerró de piernas deshaciendo la penetración. John cayó a un lado y angustiado por la sensación de que iba a correrse, al límite de sentirse ridiculizado. Consiguió recuperar el control, se tranquilizó pero le invadió una deprimente sensación.
Samir estaba haciéndose una paja junto a la cabecera de la cama, Eva vio en primer plano la enorme verga de Samir y se sobresaltó, se giró hacia John y le dijo que tenían que irse enseguida porque su marido podía regresar, John le contestó que no había peligro porque la operación era de las largas y complicadas, y ella le replicó que eso era imposible de saber, que entre otras desgraciadas circunstancias no sería la primera vez que fallecía su paciente, y que además quería acabar cuanto antes con la mayor barbaridad que había cometido en toda su vida por culpa del alcohol, que le rogaba su silencio y que si quería desahogarse se sentía obligada a masturbarlo, porque ella ya no estaba dispuesta a nada más. John la abrazó y empezó a besarla por el cuello. Eva se mantenía rígida y se mostraba reacia a las caricias pero no se lo quitaba de encima. John la besó en la boca, le tocó el coño y Eva ya lo abrazó. Le acariciaba la vulva y Eva le fue acariciando hasta acabar tomándole la polla. Eva volvía encenderse y le dijo junto a la oreja: “está bien, hazlo, pero te ruego que seas rápido”, y a John se le iluminaron los ojos, porque le tomó la palabra poniéndola “a cuatro patas”, y arrodillándose por detrás y cogiéndola de la cintura la penetró agresivamente, queriendo esta vez darle con más fuerza de la que ella pudiera aguantar. Estando al límite John había conseguido truncar la eyaculación y ahora se sentía capaz de aguantar más. Eva gritaba al ritmo de los chasquidos en sus nalgas, pero lejos de intentar reprimirle la agresividad le dejaba el culo bien expuesto, cuanto más fuerte le daba más se exclamaba de gusto.
Pablo se levantó del sillón al oírla, y ya se decidió a hacer lo que estaba deseando. John disfrutaba tirándosela como hubiera deseado desde el principio, seguía golpeándole las nalgas, miró orgullosamente a Samir, y éste saltó sobre la cama y se arrodilló ante Eva, la cogió de los cabellos para levantarle la cara y con la otra mano se cogió la verga para dirigirla a su boca, y lo hizo con dureza, queriendo demostrarle que estaba dispuesto a forzarla, pero no era necesario porque Eva abrió la boca dejando que el glande tensara y traspasara sus labios. Samir cogía la cabeza de Eva con ambas manos asegurando mantener la verga dentro de su boca, pero enseguida se dio cuenta de que Eva se la mamaba con ganas y dejó de sujetarle la cabeza. Samir miraba cómo se la mamaba, con qué ganas se la cogía y se la comía cuanto podía, y arrugaba la cara por el gusto que le daba y por el morbo que sentía al verla además en aquella posición, con su amigo golpeándole duramente el culo y rebotándola hacia él, y aprovechó para tocarle los pechos, deseando correrse cuanto antes para no correr el riesgo de quedarse con las ganas. Pablo entró y cerró la puerta con cuidado. Samir lo seguía con la mirada y se tranquilizó al darse cuenta de que Pablo seguía ejerciendo de voyeur.
Eva empezó a reforzar ambas acometidas y a exclamarse como podía porque ya estaba volviendo a inflamarse de gusto. John se estaba aguantando porque se daba cuenta de que Eva parecía poder volver a correrse, y lo deseaba. Eva dejó de mamarla para gritar agudamente, de una forma escandalosamente femenina presa de un nuevo y aún más intenso orgasmo, impresionándolos, y John por fin la tenía en el momento deseado para abandonarse a lo que le pedía el cuerpo, y tirando de los huesos de las caderas aumentó la contundencia de las embestidas, follándola a romper, provocando más gritos, las nalgas enrojecidas chascaban, la excitación ya fue irrefrenable para John y empezó a eyacular en contra de su voluntad, porque hubiera deseado “castigarla” más, deseaba que se hubiera quejado por la fuerza de los golpes. Eva se sentía desfallecer de gusto con cada embestida, disfrutando de un orgasmo tan intenso que tenía la sensación de estar perdiendo la conciencia. John se vació y ya no pudo mantener aquella agresividad, y Samir la agarró de los cabellos dispuesto a obligarla a que siguiera mamándosela, pero de nuevo se dio cuenta de que no era necesario obligarla porque ella reanudó la mamada con renovada energía, embebida de placer y deseando lo mismo que Samir. John seguía tirándosela pero en progresivo declive. Pablo estaba cerca de ellos, sin perderse detalle, y John también se había dado cuenta de que sólo pretendía disfrutar viéndolos follarse a su amiga. Eva puso una mano en el muslo de John, indicándole que la penetrara lentamente, y se decidió a emplearse a fondo con la verga. Tan sólo habían transcurrido unos segundos de enérgica mamada y Samir sintió que iba a correrse y apoyó las manos en los hombros de Eva, como avisándola, y viendo como seguía mamándosela ya valoraba la posibilidad de empezar a eyacular en aquella deliciosa boca con morbosa excitación, ya estaba a punto y le apretó los hombros casi apartándola, pero Eva reaccionó gimiendo de gusto y reafirmando aún con más ganas la mamada, él ya dejó de querer apartarla y se dispuso a morirse de gusto, sin hacer nada más que dejarse y observar cómo se la mamaba, y de repente, sin más signos por parte de Samir, el cuerpo de Eva se sacudió porque había recibido la primera andanada de semen en la boca y se detuvo un instante por la impresión, pero de inmediato reanudó la mamada, haciéndole bramar de gusto, y ella hasta sentía reavivarse las sensaciones de su propio orgasmo mientras seguía recibiendo más expulsiones de semen, Samir se vaciaba de gusto y la miraba para no perderse detalle, observando cómo el semen resbalaba por el pene y también cómo caía sobre la cama desde su mentón, sin que dejara de mamársela. Samir se entrelazó las manos en la nuca, estirando la espalda y sintiendo admiración por aquella experta mujer. Bajó las manos y le cogió la cabeza mientras que ella ya se la mamaba lentamente, y luego siguió acariciándole los cabellos y la cara. Eva jadeaba recuperándose por el esfuerzo realizado. Seguían disfrutándose plácidamente, exprimiendo hasta la última gota de placer. Samir le acariciaba la cabeza y la cara, con ternura, con agradecimiento, y John lo hacía desde los pechos a los muslos. Eva ya respiraba mejor e iba tranquilamente chupando una verga que apenas decrecía, y es que ella seguía disfrutando notablemente de las sensaciones del orgasmo y se notaba en cómo seguía chupando y lamiendo, disfrutando de aquel pollón. Eva empezó a temblar porque brazos y piernas le flaqueaban al sentirse por momentos al borde del desfallecimiento, y a modo de despedida le dio una chupadita al glande, los huesos de las caderas resbalaron de las manos de John y no pudo mantener la penetración porque Eva cayó abatida de lado y hecha un cuatro sobre la cama. Samir se inclinó sobre ella y con un pañuelo le limpió desde los labios al cuello, luego le sujetó la cara para girársela y mirarla a los ojos, le dio las gracias y le dijo que nunca le habían hecho sentir tanto, ella lo miraba fríamente, algo molesta por las palabras, y por último Samir le dijo que necesitaba besarla, ella sólo le miraba, seria, y él fue descendiendo la cabeza, ella entreabrió los labios y él los juntó al instante. Fue un breve morreo porque ella se apartó y volvió a ponerse de lado, entonces vio a Pablo y se cubrió la cara con las manos, abochornada y deseando que se la tragara la tierra, pero ni se dio cuenta de cómo estaba su bragueta. Samir le besó en el hombro y le dijo que era una auténtica mujer, una maravilla de mujer, y ella se limitó a pedirles que se fueran de su casa enseguida y que hicieran el favor de no decir nada más, sin mirarles ni mover la cabeza.
Pablo cerró la puerta y regresó salón. Estaba muy excitado e inquieto y deambulaba por el salón. John y Samir se vistieron, y cuando se disponían a salir, Eva se incorporó un poco para decirles:
—Os lo ruego, que no se entere nadie de esto.
John le respondió con voz firme:
—Tranquila Eva, tiene mi palabra de que esto no lo sabrá nadie, y… que son cosas que pasan…, porque yo también me siento muy mal por… Y que después de todo… es lo menos que podemos hacer, nadie lo sabrá, palabra de honor.
—Gracias.
—No, gracias a usted, se lo aseguro –él lo decía muy serio pero a Eva se le escapó la sonrisa y se echó en la cama para ocultarse.
Se apretaba los muslos y se movía estirada boca abajo y seguía sintiendo gusto, pero se decía que tenía que espabilar, arreglar la habitación y que cuando llegara Roberto la encontrara bien dormida, pero se arrugaba pensando en cómo enfrentarse a Pablo, porque no se sentía con fuerzas ni para mirarle a la cara, pensaba que era horrible lo que había visto, y más horrible tener que enfrentarse a él porque no había excusa posible a lo que había hecho, pensaba, y rogaba para que se fuera de casa sin despedirse.
Pablo los vio pasar por el salón. Comprobó que se habían ido y regresó al salón, y allí de pie sudaba intentando decidirse. Se sentó en el sofá, en el mismo sitio que estuvo John, acarició la parte en donde estuvo sentada Eva y enseguida se levantó y se dirigió hacia la habitación.
Eva estaba como dormida boca abajo y era consciente de que Pablo había entrado silenciosamente, y rogaba para saliera de igual forma después de verla desnuda. Pablo permanecía quieto a los pies de la cama y con la expresión desencajada, le costaba respirar observando un cuerpo que siempre había adorado y que era la fuente de sus más inconfesables fantasías. Con sigilo se acercó a un lado de la cama, e inclinándose y alargando el brazo pasó la mano por toda una nalga sin llegar a tocarla, sintiéndose envilecido, disfrutando de aquella acción, y finalmente la reposó delicadamente sobre la nalga, Eva se sintió tan sorprendida sintiendo su mano en el culo que no reaccionó, siguió como dormida, pero cuando la mano le acarició el culo, aunque quiso entenderlo como un acto de ternura, se dio media vuelta a la vez que tiraba de la colcha y se cubría, apartándole la mano.
—Pablo, qué haces –le dijo tímidamente.
Pablo le miraba las rodillas y como si no la hubiera oído.
—Dios mío, Pablo, qué he hecho, cómo he podido… He perdido la cabeza, estaba bebida, no sabía lo que hacía... —Esperó su respuesta, pero él sólo observaba la desnudez de sus piernas y hombros y lo que cubría la colcha—. Pablo, sabes que quiero a Roberto con toda mi alma, que lo amo como a nadie en este mundo y que nunca le he sido infiel... Tú sabes que no habido más hombre que él en toda mi vida… Pablo… dime que lo comprendes, que me perdonas, dime que borrarás esto de tu memoria, que no le dirás nada, te lo suplico.
Pablo se sentó y tiró de la colcha descubriéndole los pechos y ella de nuevo quedó sorprendida en un primer momento, como si no entendiera qué pretendía. Pero al ver cómo le miraba los pechos tiró de la colcha y se los cubrió rápidamente, lo miraba asustada a la cara pero él la miraba fijamente a los pechos, y le dijo en un tono de amable recriminación:
—Pablo, qué estás haciendo… ¿Pablo?... ¡Pablo!, ya vale, por qué me miras así... Tú no,
Pablo, por dios…
Pablo evitó sus ojos, y explicitando sus intenciones empezó a tocarle los pechos por encima de la colcha, Eva se los protegía y lo miraba con expresión asustada, y le suplicó a punto de llorar:
—No me hagas esto, tú no, Pablo, aunque yo... tenga la culpa...
Pablo seguía tocándola, y ella cambió radicalmente el tono:
—¡Basta, espera un momento!...
Pablo retiró las manos, esperando lo que tuviera que decirle, sin mirarla a la cara.
—...Dime, qué pretendes... —Pablo permanecía impasible—... ¡Eh!
Él seguía ignorándola y mirando fijamente el relieve de sus pechos en la colcha, y Eva ya le dijo con acritud:
—Dios mío, Pablo, tú, cómo me haces esto, tú, con lo que yo te quiero, y tú a mí.... Pablo, háblame, dime algo, recapacita… ¡Pablo, mírame, soy yo!... Está bien, quiero pensar que no me estás cobrando tu silencio, ¿no?... Supongo... eso, que yo tengo la culpa... Bueno, como quieras… Dime, va, dime lo qué quieres, pero júrame que sellaré tu boca… —Pablo ni parpadeaba—. Nunca, nunca te hubiera creído capaz de hacerme esto, tú…, qué eres como… —le asaltaban ganas de romper a llorar—. Tú no puedes hacerme esto, no… ¿Y no te importa Roberto? Hacerle esto... y Puede llegar, nos puede pillar… Contesta... ¡Y mírame a la cara!... ¡Pablo!
Pablo ni se inmutaba, y Eva le dijo ya con resignación:
—Dios mío, Pablo, recapacita, que soy yo... Mírame, te lo ruego... —Pablo alargó una mano y volvió a tocarla para mayor indignación de Eva—. Muy bien, adelante, hombre, aprovéchate, tócame lo que te dé la gana, destroza nuestra maravillosa amistad, pero te suplico date prisa.
Pablo cogió la colcha y Eva dejó de sujetarla y reposó los brazos en la cama, la descubrió lentamente, como si le costara desplazar la colcha. Se eternizó observándola mientras ella se esforzaba por no llorar. Puso las manos delicadamente sobre los pechos y Eva apretó los labios y los ojos. A Pablo empezaron a temblarle las manos y de repente le apretó y comprimió los pechos nerviosamente, Eva se dolió, le apartó las manos y se los protegió con las suyas. Eva quería decirle algo, pero cerró los puños y volvió a reposar los brazos en la cama. Pablo parecía a punto de sufrir un colapso, estaba muy tenso y sofocado, sudaba y temblaba, su envilecida conciencia lo atormentaba pero su voluntad era insignificante ante la incontinencia de su deseo. Pablo respiró profundamente varias veces, dejó de temblar, y empezó a tocarle los pechos con serenidad.
Pablo quería disfrutar detenida y minuciosamente de aquel exuberante cuerpo con el que tanto había soñado, cuidando de no mirarla más arriba de los pechos. La tocaba de una forma exasperantemente lenta para Eva, que ansiaba acabar cuanto antes. Pablo evitaba el coño después de haberse impregnado de semen.
Se eternizaba acariciándola, tanto que Eva ya quería creer que no podía seguir adelante, que con los fuertes vínculos que los unían ya estaría arrepintiéndose. Pero se exasperaba cada vez más porque Pablo no parecía tener intención de acabar, y era lentísimo metiéndole mano. Sus nervios se iban tensando por la tragedia que se cernía tras aquella puerta, porque si su marido apareciese por allí desearía estar muerta, y le imploró agriamente:
—Por lo que más quieras acaba de una puñetera vez... ¿Es que a ti no te importa que Roberto nos pueda sorprender así? —Pabló la ignoró soberanamente, y ella giró la cara para no verle, indignada.
La reacción de Pabló fue volver a los pechos, no paraba de acariciárselos, parecía que no se atreviera a más y estuviera encallado en la indecisión. Eva volvió a mirarlo para decirle:
—Mira, Pablo, se acabó, déjame en paz, vete a casa y date una ducha fría.
Intentó levantarse pero Pablo le retorció un brazo para mantenerla acostada, y Eva se dolió y se espantó viendo su irascible actitud.
—Pablo… –se exclamó sorprendida—. ¡Me estás haciendo daño!... Me oyes... —seguía comprimiéndole el brazo—. Por dios, Pablo, no pierdas el juicio, va, hombre, piensa en Roberto... No abuses también de la suerte... Acabemos de una maldita vez. Dime qué quieres y acabemos ya… Va… Pablo… —ni respondía ni la miraba a la cara—. ¿Quieres que... te haga algo?...Va. ¿Quieres? Entiendo que te has puesto… Pero tienes que prometerme que lo olvidarás todo… Jurarme que Roberto nunca sabrá nada.
La réplica de Pablo fue cogerla de un brazo queriendo ponerla boca abajo, Eva se indignó y rechazó el intento, mirándolo con odio, reprimiéndose las ganas de darle una bofetada. Pablo volvió a cogerla del brazo y ella misma se puso boca abajo con mal genio, soltándose el brazo de un tirón.
—Pablo, piensa lo que vas hacer… ¿No serás capaz de violarme? Te lo suplico, no lo hagas, piensa en nuestra amistad, porque esto no podría perdonártelo, recapacita, contrólate, por dios, puedo… —con la palma abierta la aplastó en la cama, y ella empezaba a llorar.
La observó, la abrió de piernas y ella hundió la cara en la almohada para evadirse de aquello tan sumamente bochornoso, se subió a la cama y se arrodilló entre las piernas, se bajó pantalones y calzoncillos hasta las rodillas y se quedó quieto observándola. Puso las manos en sus corvas y las fue subiendo acariciándole las piernas, siguió acariciándola hasta llegar al culo, y otra vez empezaba a recrearse acariciando y amasándole las nalgas, y Eva explotó:
—¡Acaba de una puñetera vez!... ¡Jódeme a mí, a ti, pero no a mi matrimonio!
Pablo le separó las nalgas para verle bien el ano, ella se daba perfecta cuenta de lo que le estaba observando y se sentía incomodísima y con el culo apretadísimo. Pablo se le fue echando encima y allí apuntaló el pene y Eva se sobresaltó, levantó la espalda, giró cuanto pudo la cabeza, e inocentemente le dijo que se equivocaba, que no era por allí. Pablo puso una mano en su espalda y la abatió de nuevo, volvió a ponerle el glande en el ano y Eva le rogó: “no, Pablo, no, eso no, te lo suplico, no me hagas eso…” Pablo presionó y Eva se lamentó expresando mucho dolor. Pabló siguió apretando y ella hundió la cara en la almohada. El glande se aplastaba contra el apretado ano, estaba muy tensa y así oponía mucha resistencia a la dilatación del esfínter, se dolía y agarraba la almohada con ambas manos a los lados de su cara, nunca la habían sodomizado y ella misma se dijo que tenía que relajarse si no quería sufrir mucho dado el dolor que ya sentía. Pablo siguió aumentando la presión, abriéndola a base de fuerza porque a Eva le resultaba imposible relajarse bajo aquel sufrimiento desgarrador. Eva apretaba dientes y puños y gemía continuamente por el agudo dolor que sentía. Sollozaba de dolor y a Pablo parecía no afectarle sus lamentos y siguió apretando, dispuesto a seguir aumentando la presión cuanto fuese necesario, y por fin el glande abatió la resistencia y penetró de golpe, introduciéndole toda la polla y haciéndola gritar, y así ensartada arqueaba la espalda y levantaba la cabeza, tensa y agarrotada, y Pablo, por fin daba signos de humanidad porque la cogió de los hombros, acariciándoselos, y sin mover la polla hizo que reposara de nuevo en la cama, acariciándole seguidamente la cabeza y la espalda mientras ella lloraba rota por el dolor y por la vejación.
Pablo la acariciaba pero seguía sodomizándola sin compasión, porque hasta parecía disfrutar haciéndola gemir y llorar sacándola del todo para volver a doblegarle la resistencia. Después de unas cuantas penetraciones la resistencia fue aflojando, Eva se fue relajando y el dolor fue disminuyendo. Sin solución de continuidad los gemidos pasaron del dolor al placer, a pesar de que Eva no quería exteriorizarlo y se reprimía. Cuando ya no pudo seguir conteniéndose, abriéndose de piernas y elevando el culo de repente empezó a exclamarse libremente.
Pablo siguió sodomizándola de igual forma, inmune a las sensaciones de Eva, tanto de dolor como de placer, porque ella movía y le exponía más el culo pero él no alteraba ni el ritmo ni la fuerza de las penetraciones.
Eva sentía la inminencia del orgasmo y volvía a gritar de gusto, revolviéndose con oscilaciones del culo a las penetraciones, al límite de sus fuerzas y de nuevo sintiéndose desfallecer de gusto, destilando el placer por cada poro de su piel, sudoración que aún suavizaba más la tersura de su cuerpo para mayor deleite de Pablo al acariciarla. Eva aceleró las oscilaciones del culo agarrándose a la cama a la altura de sus caderas, haciendo gozar a Pablo de una más intensa sensación de presión en la polla y de los movimientos del culo. Eva le pidió que le diera más, Pablo la complació y enseguida la sintió la sintió estremecerse, porque Eva ya estaba sumergiéndose en otro clímax de abrasivo placer exhalando una larga, aguda y sentida exclamación. Acometiéndose mutuamente Eva siguió exclamándose y haciendo interminable su orgasmo y la felicidad de Pablo.
Permanecieron quietos un buen rato, Pablo seguía empalmado y cuando la fue sacando ella volvía a gemir como quejándose de un dolorcito. Pablo se echó a un lado y Eva giró la cabeza hacia el otro lado, tan avergonzada como complacida. Pablo la puso boca arriba, pero ella giró la cabeza para no verle debido a la inmensa vergüenza que sentía por haberse corrido incluso dándole por el culo, y es que sexualmente era una desconocida para ella misma.
Pablo salió de la cama, y de pie se estaba desnudando. Eva giró la cabeza por la incertidumbre, y al verlo desnudo miró directamente a su entrepierna, ya se estaba quitando los calzoncillos y ella le miraba fijamente la polla, y con la excitación desmadrada sintió una perentoria necesidad de hacerle una felación, y habiendo ya disfrutado tanto se recriminaba aún más por lo que entendía como un desmesurado apetito sexual. Era una polla casi como la de Samir y ahora se explicaba el porqué le había dolido tanto la sodomía.
Pablo se le echaba encima y ella se moría de ganas y se resistía, cada vez se sentía más desconocida porque ser forzada por Pablo ya le resultaba de lo más excitante. Pablo se metió a la fuerza entre sus piernas, clavándole las rodillas en los muslos para abrírselas, le sujetó las muñecas por encima de la cabeza y ella no podía evitar gemir de gusto a la vez que se resistía, y con una leve sonrisa en los labios de Pablo, la penetró a fondo, queriendo metérsela más y más, y Eva ya tuvo que dejar de resistirse y Pablo que soltarle las muñecas para que lo abrazara, y empezó a follarla con el mismo ritmo constante y mecánico de antes. Eva le miraba a los ojos, casi avergonzándolo por la crudeza de la mirada, por la excitación que expresaba, por su entrega. Eva levantó la cabeza para alcanzarle los labios, casi intimidándolo, y lo morreó y lo abrazó por el culo y por la cabeza. Pablo empezó a follarla como había visto que le gustaba y tuvo que finalizar el interminable morreo porque ella necesita gritar, porque volvía a correrse. Pablo era un hombre alto y robusto, y la machacó a penetraciones haciéndola llorar esta vez por el fuerte castigo de placer.
Eva quedó como dormida. Estaba baldada por todo lo sentido y por lo dolorido que tenía el cuerpo, sobre todo el bajo vientre. Pablo estaba echado a su lado y ella de nuevo había girado la cabeza hacia el otro lado, de nuevo avergonzada por su sexualidad. Pablo la acarició por todo el cuerpo, y luego le giró la cara hacia él, y por primera vez el estaba mirándola fijamente a los ojos, ella no pudo resistirse y se giro hacia él, ambos se miraban y sus caras iban acercándose, hasta que se unieron sus labios y volvieron a morrearse largamente, dulcemente, acariciándose, revolcándose de un lado al otro de la cama. Pablo la detuvo boca arriba, y estando a su lado se inclino sobre ella, mirándola a los ojos, mirándose ambos intensamente, y Pablo le dijo:
—Te quiero, te adoro.
Eva lo abrazó, juntando las caras.
—Por dios, Pablo, eso no puede ser.
—Siempre te querré, no puedo evitarlo.
—Pero esto no es posible, Pablo, esto no puede volver a pasar.
Pablo se separo para mirarla y decirle:
—No, por supuesto que no, esto nunca más, te lo juro, hemos perdido la cabeza y no le demos más vueltas.
—Bien, me habías asustado… —Eva creía que se había corrido y al sentir el pene en su costado se extrañó, lo miró, miró y lo vio en su plenitud y le entraron ganas de reír—…Pero bueno, es que no te has ido –y él, muy serió, negó, ella se reía, y la recriminó.
—Eva, te aseguro que todo esto no tiene ninguna gracia. No es justo lo que hemos hecho a Roberto.
—Tampoco es justo lo que me está pasando a mí.
—Tú te lo has buscado.
—Que no, que no es eso.
—Qué quieres decir.
—Que no es justo lo qué he sentido esta noche… Lo que nunca he sentido con él… No lo entiendo, te lo juro que no.
—Eva, qué pasa, ahora vas a desbarrar por la boca. Es tu marido y lleváis muchos años casados, no salgas con tonterías de criatura, que ya se te ha pasado la edad.
—Es que no has entendido lo que he dicho.
—Por favor, que no quiero saberlo… Que ya me siento suficientemente mal, y tú también deberías… Eva, piensa en Roberto…, y no en… eso, ¡por favor!
Pablo dejó de acariciarle el culo pero siguió por el exterior del muslo hasta la cadera.
—Ha sido una locura, una barbaridad, pero es que tendrías que comprender lo que sentía para…
—¡Que no, Eva, que no quiero saberlo!... Ya me lo imagino lo que… No te sientes ya bastante sucia como para preocuparte del sexo.
—¡No!, seguro que no entiendes que yo nunca…
—¡Que no! Por favor que no quiero saberlo… Piensa en él, por dios… Cómo hemos podido caer tan bajo… Lo siento, lo siento, te juro que yo también he perdido la cabeza. Siempre te he deseado tanto que… —se arrepentía de la última frase.
—Pues yo ni idea, nunca he notado el más mínimo indicio.
—No quiero perderte Eva, podrás olvidar esto, podrás perdonarme.
—¿Y tú a mí?
—Claro que sí, tu amistad está por encima de todo.
Pablo metía la mano por el interior del muslo, y acariciaba hacía la entrepierna mientras ella iba separando los muslos.
—Sí, desde luego que hemos perdido la cabeza, y bien perdida, los dos, y si no quieres que sigamos perdiéndola será mejor que dejes de meterme mano.
—¡Ah!, perdona –como si no fuera consciente de que la estaba tocando.
—Cómo has podido, Pablo, a mí… Tú… Aún no lo entiendo, es como si no te conociera.
—Es que no era yo, entiende que lo que ha pasado… Yo… Tú también sabes lo que es perder la cabeza.
—Muy bien hombre, si la mejor defensa es un buen ataque, pero yo diría que ha sido un golpe bajo.
—Perdona, perdona… Es que no me entiendes, lo digo… Venga, olvidemos esto, como si no hubiera pasado.
Pabló la miraba sobre todo a los pechos.
—Sí, tenemos que olvidarlo, hacer como si no hubiera pasado, y ahora, por favor vete, que me moriría si Roberto…
—Aún tendrá para rato, pero en el peor de los casos, oiríamos entrar el coche y…
—Qué me quieres decir, que aún no hemos acabado –ella se fijó en que seguía empalmado, y le preguntó con vergüenza—: ¿Tú aún no estás… en paz, verdad?
—No –le respondió con la misma vergüenza.
—Pero bueno, qué pasa contigo, por qué no te has ido… —le sonreía.
—Por favor, Eva –la recriminaba—, no bromees con esto, que es muy muy feo.
—Vale, pues ya puedes irte.
Pablo se quedó pensativo, y finalmente le preguntó:
—Qué pasa, es que estarías dispuesta a… —ahora miraba por encima de su cabeza, y ella tardó en responderle.
—Por favor, porque me preguntas eso… No preguntes hombre.
—Es que aún tienes ganas.
—No, claro que no, ya sólo siento arrepentimiento, sólo me siento sucia y despreciable, por favor, como voy a tener ganas.
—¿Entonces?
—¡Vete hacer puñetas!
Pabló empezó a frotarse el pene, y mirándole los senos le dijo:
—Te importa que me lo haga… mirándote.
Y empezó a masturbarse mientras ella lo miraba fríamente, y dijo:
—Desde luego, o te pasas o te quedas corto… Tonto.
Eva se sentó y empezó a tocarle los testículos, y le fue desplazando la mano y haciéndose con el pene. Eva quería acabar rápidamente y enseguida empezó a imprimir un rapidísimo vaivén a su mano, y enseguida surtió efecto porque él le sujetó la muñeca para refrenarle notablemente el movimiento, ella lo miró buscando una explicación, y la muda respuesta fue cogerla de la nuca para inclinarla hacia el pene, ella se resistió a medio bajar y él no la forzaba pero mantenía la sujeción.
—Será posible, pues anda que te cortas… Está bien, pero será el punto final, para siempre, eh –el asintió,
Se arrodilló a su lado y empezó a mamársela, y ahora sí que empezó lentamente, y fue acelerando la estimulación dispuesta a seguir aumentando hasta que se corriera.
Pablo se abandonó a la estimulación de Eva, que a la vez le practicaba la paja y la mamada con todas sus fuerzas, y que utilizó la otra mano para tocarle los testículos y estimularlo aún más. Pabló desplazó la mano para tocarle el culo y empezó a agitarse y a botar sobre la cama, y ella aún se tenía que esforzar más para seguir mamándosela bien, y a los pocos segundos Pablo empezó a exclamarse y renovó los ánimos de Eva, la aviso de que se iba a correr, pero tal y como deseaba y esperaba, Eva siguió mamándosela con las mismas ganas. Con la primera expulsión Pablo dio un golpe de cadera y le metió el pene y el semen en la garganta, Eva se atragantó pero siguió chupándosela sin perder ni un instante mientras él seguía corriéndose y exclamándose roncamente. Eva siguió chupando y dejando caer el semen polla abajo. El pene decrecía rápidamente y Pablo la separó, y luego le levantó la espalda porque ella volvía a chupársela. Eva se echó en la cama, boca arriba, ambos yacían igual. Pablo se inclinó sobre ella, la miro a los ojos, le pasó la mano por los labios, y la besó en la boca. Se besaron intensamente, acariciándose, hasta que Pablo levantó la cabeza, y volvieron a mirarse, ella con los labios entreabiertos, invitándole a que siguiera besándola, pero Pablo volvió a echarse de espaldas, y quedaron cogidos de la mano.
—Gracias –le dijo Pablo, tímidamente, y ella se arrancó a reír.
Pablo permanecía serio, apesadumbrado, y ahora ella se apoyo en un brazo para incorporarse un poco y mirarlo a la cara, y aún riéndose le dijo:
—¿Gracias? Que amables y agradecidos sois todos... Diría de nada, pero creo que…
—Ya vale, Eva, cómo puedes tener sentido del humor en estas circunstancias.
—¿No crees que es lo mejor que podemos hacer?
—Ya podemos empezar a arrepentirnos, y de verdad que no puedo entender tu humor.
—¡Y qué quieres que haga! Que llore… No te preocupes que ya tendré tiempo para llorar… Esto me hará mucho daño ¿O es que me crees tan… ligera?
—No, claro que no, Eva. Es que me siento tan mal.
—Pues me perece que te lo has pasado muy bien.
—¡Ya basta, Eva!
—Sí, hombre, sí, qué quieres que lloremos a coro, pues venga hombre, empecemos a fustigarnos si esto te hace sentir mejor… Va vete, por favor, que tengo el alma en vilo y no estaré tranquila hasta que…
—Solo unas palabras, no debería pero tengo que decírtelo… Nunca había sentido tanto… Nunca más sucederá algo así entre nosotros, pero para mí no ha sido nada sucio, siempre lo recordaré como el momento más maravilloso de mi vida… Me faltan palabras para… Lo que me has hecho, bueno, lo que haces…
—Eso ha sido otro golpe bajo, no te parece.
—Perdona, esa no era mi intención, me refería que Roberto es muy afortunado por tener a una mujer como tú, porque nunca hubiera dicho que fueras así en la cama, eres tan tímida, tan sencilla y frugal.
—Es que nunca he sido así.
—Es igual, sólo por lo que haces con la boca…. Ya me entiendes,
¿Te refieres a cómo la mamo? –sonreía entre dientes.
—¡Dios, Eva! Desde luego que no pareces tú, haz el favor, vuelve.
—No sé si podré.
—¡Qué!
—Nada, nada, qué me decías.
—Decía que hables bien, como tú.
—Ah, te refieres... a como felo.
—¡Demonios, Eva!
—Pues cómo hay que decirlo.
—Me refiero a todo, pero sí, sobre todo a eso, eres una maravilla haciéndolo, y olvídalo.
—Pues eso es algo que nunca le he hecho a Roberto –le dijo con abatimiento, con un hilito de voz…
—¿No?... –ella no respondía y miraba hacia el techo, y ahora fue él quien se apoyó en un codo para levantarse un poco y mirarla a la cara—. Por todos los santos, Eva, ¿porque no se lo haces a él?
—Porque nunca me la ha metido en la boca –dijo con abatimiento.
—Demonios, será porque tú no… —ella ni le respondía ni le miraba—. Tienes que hablar con él, por favor, a estas alturas y…, habla sinceramente con él, si él te adora, te daría lo que fuera para hacerte feliz.
—Va, Pablo, te lo ruego, vete, date prisa.
—Pero tienes que…
—No quiero seguir hablando de esto, y vete de una vez, te lo ruego.
—Sí, sí.
—Va, por favor, date prisa, que quiero arreglar la cama y ventilar la habitación.
—Puedo darte el último beso.
—¡Pablo, hombre!
—Sí, tienes razón… Es que eres tan maravillosa.
—Vete por favor –le dijo con cariño.
Pablo le cogió una mano y se la besó a modo de despedida.
Eva se había vuelto boca abajo. Pablo se había sentado de lado con una pierna flexionada sobre la cama y el otro pie en el suelo, volviendo a deleitarse con la desnudez de Eva, aprovechando los últimos instantes de aquel privilegio, y ella le estaba viendo y se dejaba observar, no sentía ningún pudor y tampoco quería privarle de ese último placer. Con miedo le acarició muy levemente la cabeza mientras que ella le miraba con buena cara, siguió acariciándola por la espalda, y al llegar al culo ella ya no pudo más y se cubrió con la colcha, más que nada porque tenía que irse de una vez. Pablo se vistió y se quedó mirándola también con cariño, queriendo decirle algo pero sin atreverse o sin encontrar las palabras adecuadas. Se giró y quedó quieto, de espaldas a Eva, y anduvo cabizbajo dispuesto a salir de la habitación, se detuvo junto a la puerta, se giró y la volvió a observar, y le dijo:
—Eva, lo siento… Qué más puedo decirte… Que no tienes nada que temer, que nunca haré nada que te perjudique, que siempre puedes contar conmigo. Que te quiero, y lo seguiré haciendo… como es debido.
Pabló volvió sobre sus pasos y se sentó en la cama, Eva lo miró con ternura e infinita paciencia. Pabló le tendió las manos, y ellas se las cogió, la incorporó y se abrazaron estrechamente, sin la colcha de por medio. Eva lo fue separando, lo besó en los labios y con los ojos le suplicó que se fuera, Pablo observó su cuerpo, le acarició los senos, la miró a los ojos, le devolvió el beso en los labios acariciándole una mejilla, y se fue a duras penas, sin dejar de mirarla hasta que acabó de cerrar la puerta.
Esperamos les haya gustado, si desean hacernos algún comentario o contarnos sus experiencias, y quien sabe si también podernos conocer.
Sonrió al oír que se abre la puerta del garaje, acabó apresuradamente lo que estoy haciendo en la cocina, me quitó el delantal y acudo deprisa al salón, esperando encontrar allí a Roberto, mi marido, y a Pablo, más de diez años mayor que mi marido y que ella lo quería como a un padre.
Pero al verlos se quedó parada porque venían acompañados de otros dos hombres, miró a su marido con una forzada sonrisa y éste se apresuró a disculparse por no haberla avisado que serían dos más a cenar, que eran dos jóvenes doctores que habían colaborado en el seminario de neurocirugía que había dirigido. Le presentó a Samir, que tenia 39 años, y mientras se estrechaban la mano Eva se sintió atraída por los azules ojos del otro, en aquel instante se dio cuenta de que estaba mirándole las piernas, e interiormente maldijo a su marido por no haberla avisado, pues entonces no llevaría puesto el precioso vestidito que tanto le gustaba a él, uno de los que tan sólo conseguía que vistiera en la intimidad del hogar.
Vestido de tirantes, generosamente escotado, y sobre todo, algo que encantaba a Roberto era que este transparentaba levemente. Roberto le decía que era un vestido normal y precioso, pero ella de por sí casi siempre sentía vergüenza de cómo la miraban e importunaban a la mínima oportunidad. Aun estando en casa, para disimular el efecto, se había puesto unas braguitas del mismo color que el vestido por la presencia de Pablo, para no tener que sentirse avergonzada. Seguidamente le presentó a “ojos azules”, John, de 43 años, rubio y muy atractivo, y Eva también se dio perfecta cuenta de cómo le repasó el escote antes de mirarla a los ojos, Eva le aguantó la mirada un eterno instante y ahora sintió algo más que atracción, y hasta se estremeció cuando Joan le cogió y besó la mano, y John percibió en sus labios el estremecimiento de Eva.
Sintiéndose aún más ruborizada de lo que estaba se fue de inmediato a su habitación, y aproximándose a un armario se subió el vestido hasta la cabeza agitándose como una serpiente, quedó parada, indecisa, con los pechos desnudos y unas preciosas braguitas de color azul celeste, se dijo que haría el ridículo cambiándose ahora, lo soltó, se lo ajustó a los pechos y se estiró la falda, y se cambió las zapatillas por unos zapatos con tacón del mismo color que el vestido, y salió de la habitación con el estómago encogido y una inquietante sensación de vulnerabilidad, pensando en que mejor sería fingirse indispuesta y quitarse de en medio.
Mientras iba preparando la mesa no podía evitar mirar a John, se recriminaba por ello pero seguía haciéndolo y se daba cuenta de que Joan también aprovechaba cualquier circunstancia para mirarla, y Eva se asustaba por las intensas sensaciones que la asaltaban y avergonzaban.
Sonó el teléfono y resultó que el Hospital requería urgentemente al marido. Roberto se disculpó ante todos, y mirando a su esposa les dijo que los dejaba en buenas manos, y antes de salir se disculpó con su esposa diciéndole que se vio obligado a invitarles, la besó y le prometió una buena compensación.
John la miraba con más libertad, y Eva se sentía cada vez más alterada y asustada, avergonzada por su propio comportamiento, por no cortar aquello de raíz, estaba nerviosa, le temblaban las manos y servía torpemente la mesa. Pablo y Samir fueron a la biblioteca del despacho de Roberto y John se arrellanó en un sillón desde donde podía verla bien mientras iba y venía de la cocina, y así se complacía observándola descarada y provocadoramente. Eva estaba ultimando la mesa y se obligó a ignorarlo porque si lo miraba se sentiría en la obligación de tener que llamarle la atención o algo más. Pasó por delante de él en dirección a la cocina, se detuvo y giró la cabeza para comprobar algo de la mesa, pero vio a John mirándole el culo, y que desvergonzadamente seguía haciéndolo, de forma ofensiva, y queriendo mostrarse indignada se giró y quedó mirándolo de frente, pero la emoción que la embargaba le impedía recriminarlo, John disfrutaba ahora mirándole las piernas y ella tampoco podía moverse, John la miró a los ojos y eso ya provocó que reaccionara: miró hacia la mesa y titubeó entre volver o seguir, desconcertada, se esforzó en recordar para qué se había girado, pero la intensidad de las sensaciones la mortificaban y sintiéndose sofocada por intensos ardores que la encendían volvió a girarse con torpeza, dudando, sin determinarse a ir o volver, alterada por aquellos ojos que la penetraban y le aceleraban el corazón.
John se espabiló para tomar asiento frente a Eva. Ellos cenaban y conversaban animadamente mientras que Eva apenas comía y se mostraba ausente. John intentaba hablar con ella, pero Eva se mostraba esquiva y le contestaba con monosílabos, parecían desprecios y John no tuvo más remedio que desistir.
John no le dirigía la palabra pero sí las miradas, y Eva cada vez se iba quedando más indefensa. El corazón de Eva galopaba y tenía la sofocante sensación de tener los senos prácticamente al desnudo cuando John se fijaba en su escote. Seguía sin apenas comer pero ya iba por la segunda copa de cava, y así se iba calmando su nerviosismo, sintiéndose mejor porque también se iba calmando su atormentada conciencia. Estaba incómoda y pensando en ir al lavabo a refrescarse y ponerse un salva slip. Dejó de pensar en sus braguitas y de forma irreflexiva y con nerviosa pronunciación entró de repente en la tertulia porque se sentía animada y ya no podía seguir resistiéndose al placer de hablar con Joan.
Eva no paraba de sorber el cava mientras conversaba sobre todo con John, y enseguida ambos consiguieron establecer su particular conversación. Eva se sentía cada vez más seducida y dejaba volar su imaginación, y el vientre se le endurecía por el acentuado gusto que sentía cuando se miraban a los ojos.
Habiendo acabado de cenar se levantaron de la mesa, se dirigían al salón anexo al comedor y Eva se tambaleaba por momentos, y al bajar un pequeño escalón que dividía ambas estancias perdió la verticalidad y John estuvo presto a auxiliarla sujetándola. La cogió en brazos pero aprovechando para meter la mano por dentro de la falda. Eva cerraba los ojos y se deshacía de gusto sintiendo la inquieta mano de John acariciándole la intimidad. La sentó en el sofá y retiró lentamente la mano, resistiéndose a dejar de tocarle el culo y quedándole al descubierto buena parte de los muslos, entonces ella inspiró profundamente y entreabriendo los ojos dijo que la perdonaran. John se había sentado a su lado y la rodeó con un brazo, diciéndole que no tenía importancia, que había comido poco, que descansara y no se preocupara de nada, y Eva recostó la cabeza en el brazo de John, y apoyó la mano derecha en su pecho.
Su amigo del alma, Pablo, soltero por vocación, le estiró la falda, aunque antes de hacerlo se unió al coro de admiradores, hasta obligarse a estirársela lentamente, pero aún así le quedaron al descubierto una parte de los muslos, y se fue a la cocina, turbado, para prepararle un café bien cargado. John y Samir estaban subyugados observando las piernas que Eva mantenía pudorosamente apretadas, deseando que las abriera, deseándola a ella.
La mano de Eva se desmayó sobre la entrepierna de John, y éste miro a Samir, sorprendido, y seguidamente miraba la mano y otra vez a Samir con incertidumbre, como preguntándole qué debía hacer, pero Samir sólo prestaba atención a la actividad de la mano sobre el abultado “paquete”, dudando aún de si era lo que parecía. El pecho de John oscilaba casi jadeando, y éste reaccionó acariciando la cabeza de Eva con la mano que tenía en su espalda. La bragueta se tensaba cada vez más, y por fin la mano presionó y siguió acariciando, John encogió el estómago, asustado. John miraba alternativamente la mano y a Samir con la boca abierta, Eva abrió la mano, y así plana la mantuvo indecisamente unos instantes y volvió a subirla al pecho de John. La respuesta de Samir fue agachar la cabeza para intentar ver por dentro de la falda, y John, de forma vacilante puso la otra mano en la rodilla de Eva, sus piernas temblaron al contacto, y aunque sin separarlas dejó de mantenerlas apretadas. John miró a Samir y éste le indicó que le metiera la mano. John se decidió y fue introduciéndola lentamente entre los muslos, reptando en íntimo contacto con la parte más tierna de ambos muslos mientras que ella los abría lo justo para franquearle el paso, con interrupciones cuando John negaba con la cabeza mirando a Samir, como diciéndole que no podían seguir adelante. La punta de un dedo por fin hizo contacto con las bragas y Eva suspiró y se abrió de piernas un poco más, y la yema del dedo fue rozándole suavemente por la parte más húmeda de las bragas.
Samir, que ya se había sentado al otro lado de Eva, decididamente le arremangó completamente la falda, y ambos permanecieron quietos observando lo descubierto con admiración. Samir le tocó los muslos con glotonería, separándole un poco más las piernas. Los dedos de John volvieron a cobrar vida y lentamente se introducían en las bragas con la palma sobre el muslo, hasta llegar a cubrirle el coño con las yemas de los dedos, acariciándola él con delicadeza. Samir había desplazado una mano hacia el culo y la metió por dentro de las bragas. Eva gemía suavemente, de forma entrecortada porque se estaba reprimiendo. John ya le rozaba y separaba los labios vaginales y ella agudizaba los gemidos, aunque seguía reprimiéndoselos, y enseguida le apretó y friccionó el coño metiéndole toda la mano en las braguitas, provocando que Eva ya gimiera de forma más fluida. John miró turbadamente a Samir, con la respiración acelerada, le acariciaba circularmente toda la vulva y Eva gemía con más agudeza, como sufriendo. La penetró y movió los dedos dentro de la vagina y Eva aún se abrió más de piernas. Le inclinó la cabeza hacia arriba para mirarla estrechamente a los ojos, los tenía cerrados, pero sintiendo Eva su aliento en los labios los abrió y John aprovechó de inmediato la invitación. La morreaba y ella lo cogía por la nuca y movía la pelvis al compás del vaivén de la mano, y a Eva se le deshacían la lengua y todos los labios.
Morreándola sin tregua sacó la mano de las bragas, y se abrió la bragueta y se sacó la polla, que bien erecta mantenía la verticalidad. Allí llevó la mano que Eva tenía en su nuca, y Eva se la cogió sin dudarlo, se la apretó con fuerza y John se exclamó como desinflándose. Eva empezó a frotársela moderadamente en toda su extensión y John recostó la espalda disfrutando que lo masturbara sin prisas y apretujándosela rotando la mano.
Samir la cogió por la nuca y la inclinó sobre la entrepierna de John, Eva tampoco lo dudo un instante, entreabrió los ojos, inclinó la polla hacia su boca y se metió dentro el glande, y chupándole bien aquella parte tan sensible John se exclamaba y echaba las manos hacia atrás.
Eva disfrutaba ciegamente: se la mamaba y exprimía con la mano. Se estaba acelerando y John tuvo que separarla de la polla, le enderezó el cuerpo y volvió a besarla con poca convicción, pero ella se separó y se echó sobre la polla, y John puso las manos sobre su propia cabeza y le dijo a Samir que esa mujer podía con él, que así no podía aguantar. Eva disfrutaba mamándosela vorazmente, profundizándola de vez en cuando, intentando metérsela dentro tanto como podía, y John jadeaba con expresión de dolor, y ahora con los brazos agarrotados y clavados en el sofá intentando librarse de la excitación, pero no tuvo más remedió que sujetarle la cabeza, refrenado sus movimientos, sintiéndose muy enojado consigo mismo, y echó la suya hacia atrás para no ver cómo se la mamaba, apoyando la nuca en el respaldo e intentando evadirse, sin dejar de sujetarle la cabeza.
Samir estaba impresionado observando la excitada mamada de Eva, se abrió la bragueta y se sacó la verga mirándolos con lujuriosa impaciencia, y aunque haciéndose una paja siguió metiéndole mano, le apretujó un muslo, y como veía que John no estaba para más alegrías aprovechó para hacerse con el coño: metió decididamente la mano dentro de las bragas y agresivamente la ensartó con dos dedazos, provocándole una fuerte y asustada inspiración por la repentina impresión. Samir siguió moviéndolos en vaivén y Eva empezó a oscilar la pelvis, la complacía penetrándola con los dedazos y de forma que le iba rozando el clítoris con el pulgar. Las exclamaciones de Eva aumentaban porque sentía la proximidad de un orgasmo. Pablo estaba agazapado en el umbral de la puerta, observando, y entonces, cuando Eva empezaba a exclamarse libremente se acercó lentamente hacia ellos, se detuvo enfrente, y miraba boquiabierto, y evidentemente empalmado.
John y Samir sonrieron al verle, con la bragueta apuntalada, pero también lo miraban esperando su reacción mientras Eva volvía a mamarla sin reservas ahora que había cesado la sujeción de su cabeza, contrastando la quietud de ambos con la agitación de ella, que incluso oscilaba aún más la pelvis reclamando la estimulación de los dedazos, esperaban y temían la reacción de un hombre tan alto como Samir pero aún más corpulento. Pablo miraba a Eva con excitación, y como un autómata se limitó a dar unos pasos para sentarse en un sillón, sin perderse detalle y desde el que podía observarlos bien. Eva movió la pelvis elevando el culo y Samir reanudó la estimulación. John le acariciaba la espalda y la cabeza, y volvía a impresionarse observando con qué voracidad se la estaba mamando. Samir sacó la mano, y resguardándose la verga le dijo algo a John, y éste elevó la cabeza de Eva y se la apretó contra el estómago, respirando con alivio. John se puso de pie y la cogió en brazos con dificultad, costándole levantarla. Samir le propuso a Pablo que se uniera a la “fiesta”, pero éste ni parpadeó y permaneció sentado. Con Samir por delante encontraron la habitación de matrimonio. Al entrar y cerrar la puerta Eva abrió los ojos, se hizo soltar y se puso en pie, retrocedió de espaldas y de forma insegura, John avanzó y la sujetó de los hombros mirándola a los ojos, fue acercándole la cara hasta besarla en los labios, Eva los abrió y se enzarzaron abrazándose y morreándose. John quiso abrirle la cremallera del vestido, no cedía y se la desgarró un poco, dejó la cremallera y le desplazó los tirantes, los arrastró por los brazos, le arrastraba el vestido hacia abajo, pero antes de descubrirle los pezones se detuvo unos instantes para disfrutar plenamente del momento, y tiró lentamente hasta que brincaron los pezones y ambos pechos salieron del vestido y quedaron espléndidamente desnudos. Volvió a detenerse para regocijarse observando la belleza de sus encantos, sus gruesos y excitados pezones, y a dos manos le acarició los pechos y le vapuleó los pezones con los pulgares. Eva había cerrado los ojos y suspiraba con excitación. John metió las manos por los costados, por dentro del vestido, y las fue bajando, desnudándola, fijándose en cada detalle, y dada su posición aprovechó para chuparle un pezón mientras sus manos pasaron por las caderas arrastrando el vestido hasta que cayó al suelo. John levantó la cabeza para verla mejor y entonces Eva quiso besarlo, pero John la sujetó para mantenerla separada y así poder verla como quería.
Luego volvió a tocar aquellos pechos que tanto le habían atraído y excitado anunciándose en el escotado vestido. Disfrutaba acariciándole los pechos y a Eva le costaba reprimirse las ganas de cogerle de la polla y arrastrarlo a la cama para tirárselo. Joan se fijó en uno de los erectos pezones y se inclinó para besarlo y chuparlo más detenidamente, excitándose tanto que no mesuró la fuerza al mordérselo. Eva se dolió y reaccionó cogiendo y estrujándole tanto la polla que Joan también se dolió y encogió el vientre, y sin separar las manos de los pechos se enderezó y la morreó. Samir estaba agachado detrás de ella y ya le había bajado las braguitas y le estaba tocando, besando y mordiendo el culo. Le sacó las braguitas de los pies, y subió una mano entre sus piernas, acariciando hasta llegar a cubrirle el coño. Joan la separó para desnudarse y entonces Samir se puso en pie y aprovechó para apoderarse de Eva, la giró hacia él y le acarició los pechos. Eva miraba hacia abajo observando ensimismada la intimidante verga que la apuntaba. Samir disfrutaba magreándola a la vez que la besaba por la cara, dirigiéndose a sus labios, Eva iba a cogerle aquella verga que le parecía desmesurada en el mismo instante que sintió la lengua de Samir en su boca, y de forma instintiva lo rechazó y se giró y se abrazó a Joan, que ya le quedaba solamente el slip puesto. Samir se enfadó y tiró con fuerza de su cadera, separándola de Joan pero sin conseguir que deshiciera el abrazo, pero la forzó más y consiguió doblarle la espalda, se cogió la verga para tirársela por detrás mientras que Joan la sujetaba de la cabeza, como para que se la mamara.
La verga de Samir contactó con la vulva pero Eva reaccionó echándose hacia el estómago de Joan y consiguiendo que Samir errara la fuerte embestida y que se la clavara en una nalga. Eva se enderezó y se giró con mal genio y le dio tal empujón a Samir que habría caído de espaldas de no ir a parar con la espalda arqueada contra un armario. Volvió a girarse y miró a Joan jadeando con los labios abiertos, deseándolo, se abrazaron casi violentamente. Le pidió que echara a Samir de la habitación, pero Joan se limitó a decírselo y Samir no le hizo caso. La cogió en brazos y Eva se aferró a su cuello y lo morreó mientras la llevaba y dejaba sobre la cama, se abrió de piernas y brazos, dispuesta a recibirlo profundamente, Joan se moría de excitación y casi se arrancó el slip, se echó entre sus piernas y brazos y la penetró bruscamente, haciéndola gritar. La penetró varias veces más con la misma contundencia y enseguida se refrenó por miedo a correrse.
La miraba con emoción, sintiéndose afortunado por estar follándose a una mujer tan preciosa y ardiente, sintiéndose también sobreexcitado por la diferencia de edad, y su mayor deseo era poder satisfacer a una mujer tan experimentada como le estaba pareciendo, y con ese pensamiento la acariciaba y besaba y follaba tranquilamente, manteniendo el control. A Eva le había encantado el fuerte arranque de John y ahora le sabía a poco tanta mesura, estaba encendida y deseaba fuego, y abriéndose más de piernas y ofreciéndole más coño lo abrazaba por la espalda y por el culo incitándolo a penetraciones más apasionadas. John también deseaba romperla de gusto pero en absoluto quería correr el riesgo de parecer inexperto por una incontenible eyaculación, y seguía follándola pausadamente. Eva no pudo reprimirse y enseguida la “dulzura” de John fue barrida por el excitado furor de Eva, que apoyando los pies en la cama y trincándolo del culo se hacía penetrar imprimiendo fuertes movimientos de cadera. John quedó desconcertado porque se sentía incapaz de apaciguar la torrencial excitación de Eva, y no acababa de asimilar que ahora fuera Eva la que se lo estaba follando. Eva se movía con nervio y fuerza, con todo su cuerpo en tensión, agarrándolo de las caderas y moviéndoselas con suma facilidad. John se sentía dominado y frustrado, y no podía hacer más que dejarse pasivamente, y aun así temía correrse de forma prematura por la excitación que Eva le provocaba. Eva lo apretó fuertemente del culo y lo hizo rodar colocándose encima y sin deshacer la penetración, flexionó las piernas hasta arrodillarse y se desbocó cabalgándolo, golpeándole el sexo y haciendo crujir la cama con sus desplomes. John seguía desconcertado y sin capacidad de reacción ante la forma con que Eva se lo estaba tirando, imprimiendo un ritmo que para John era enloquecido, y hasta peligroso porque temía por la integridad de su masculinidad y procuraba mantenerla en la dirección adecuada para que Eva acertara en las penetraciones. Seguía llevando su pensamiento lejos de allí para poder aguantar sin eyacular, y aparte de frustrado se sentía ridículo ante Samir por la dominación a que era sometido. Samir sólo pensaba en que llegara su oportunidad y en disfrutar del espectáculo. Eva ya presentía la proximidad de su orgasmo y eran tan intensas las sensaciones que ni se atrevía a seguir, estiró las piernas y lo sujetó para volver a rodar poniéndoselo encima, manejándolo como un muñeco, queriendo que John siguiera y la obligara a morirse de gusto. John seguía sin encontrarse a sí mismo, Eva siguió tirándoselo y no tardó en llegar a tal acumulación de placer que se agarrotaba, que desfallecía de gusto, con sensaciones tan intensas que hasta temía al orgasmo, deseando y necesitando que ahora él la obligara a reventar de gusto, necesitando que él tomara el relevo porque ella se sentía incapaz de soportar tanto gusto, tenía que ser obligada a tragarse el gusto, y abriéndose al máximo de piernas y cogiéndole la cara le susurró unas afrodisíacas palabras para espolearlo: “dame John, por dios, ahora tienes que darme mucho, dámelo todo, mátame de gusto, John.” John no se arrojó cuesta abajo, pero empezó a darle con cierta alegría. Volvía a sentirse bien habiendo recuperado la iniciativa, sacando pecho, sintiéndose machistamente emocionado al darse cuenta de que la tenía a punto de correrse, de conseguir matar de gusto a semejante mujer, satisfecho de sí mismo. Eva se dejaba pasivamente y disfrutaba plenamente de los momentos más dulces, ya se sentía reventar de placer y lo apretó fuertemente con los brazos, era tan fuerte e insoportable el gusto que quería cerrarse de piernas y le costaba exclamarse, lo apretaba y retorcía con las manos, pero no podía resistirse a la necesidad de cerrase y lo abrazó con las piernas. John seguía dándole con buen ritmo, pero sin desmelenarse como ella estaba deseando para acabar cuanto antes con aquel “sufrimiento”, y Eva, aunque temblándole las piernas las abrió y flexionó dejando los pies sobre el culo de John. Se abrió cuanto pudo de piernas y entonces gritó: se iniciaba su orgasmo, se desataba el nudo que agarrotaba su vientre. Eva siguió gritando al impulso de las sensaciones orgásmicas, apretándose a John, cerrándose a John con piernas y brazos y disfrutando al límite de lo soportable.
Ya habían pasado los más deliciosos momentos del orgasmo y le seguía costando soportar las sensaciones, lo sujetó del culo para que la follara suavemente y él la complació. John ya sentía la proximidad de su eyaculación y aumentó el ritmo, pero Eva ya no fue capaz de soportar más y se cerró de piernas deshaciendo la penetración. John cayó a un lado y angustiado por la sensación de que iba a correrse, al límite de sentirse ridiculizado. Consiguió recuperar el control, se tranquilizó pero le invadió una deprimente sensación.
Samir estaba haciéndose una paja junto a la cabecera de la cama, Eva vio en primer plano la enorme verga de Samir y se sobresaltó, se giró hacia John y le dijo que tenían que irse enseguida porque su marido podía regresar, John le contestó que no había peligro porque la operación era de las largas y complicadas, y ella le replicó que eso era imposible de saber, que entre otras desgraciadas circunstancias no sería la primera vez que fallecía su paciente, y que además quería acabar cuanto antes con la mayor barbaridad que había cometido en toda su vida por culpa del alcohol, que le rogaba su silencio y que si quería desahogarse se sentía obligada a masturbarlo, porque ella ya no estaba dispuesta a nada más. John la abrazó y empezó a besarla por el cuello. Eva se mantenía rígida y se mostraba reacia a las caricias pero no se lo quitaba de encima. John la besó en la boca, le tocó el coño y Eva ya lo abrazó. Le acariciaba la vulva y Eva le fue acariciando hasta acabar tomándole la polla. Eva volvía encenderse y le dijo junto a la oreja: “está bien, hazlo, pero te ruego que seas rápido”, y a John se le iluminaron los ojos, porque le tomó la palabra poniéndola “a cuatro patas”, y arrodillándose por detrás y cogiéndola de la cintura la penetró agresivamente, queriendo esta vez darle con más fuerza de la que ella pudiera aguantar. Estando al límite John había conseguido truncar la eyaculación y ahora se sentía capaz de aguantar más. Eva gritaba al ritmo de los chasquidos en sus nalgas, pero lejos de intentar reprimirle la agresividad le dejaba el culo bien expuesto, cuanto más fuerte le daba más se exclamaba de gusto.
Pablo se levantó del sillón al oírla, y ya se decidió a hacer lo que estaba deseando. John disfrutaba tirándosela como hubiera deseado desde el principio, seguía golpeándole las nalgas, miró orgullosamente a Samir, y éste saltó sobre la cama y se arrodilló ante Eva, la cogió de los cabellos para levantarle la cara y con la otra mano se cogió la verga para dirigirla a su boca, y lo hizo con dureza, queriendo demostrarle que estaba dispuesto a forzarla, pero no era necesario porque Eva abrió la boca dejando que el glande tensara y traspasara sus labios. Samir cogía la cabeza de Eva con ambas manos asegurando mantener la verga dentro de su boca, pero enseguida se dio cuenta de que Eva se la mamaba con ganas y dejó de sujetarle la cabeza. Samir miraba cómo se la mamaba, con qué ganas se la cogía y se la comía cuanto podía, y arrugaba la cara por el gusto que le daba y por el morbo que sentía al verla además en aquella posición, con su amigo golpeándole duramente el culo y rebotándola hacia él, y aprovechó para tocarle los pechos, deseando correrse cuanto antes para no correr el riesgo de quedarse con las ganas. Pablo entró y cerró la puerta con cuidado. Samir lo seguía con la mirada y se tranquilizó al darse cuenta de que Pablo seguía ejerciendo de voyeur.
Eva empezó a reforzar ambas acometidas y a exclamarse como podía porque ya estaba volviendo a inflamarse de gusto. John se estaba aguantando porque se daba cuenta de que Eva parecía poder volver a correrse, y lo deseaba. Eva dejó de mamarla para gritar agudamente, de una forma escandalosamente femenina presa de un nuevo y aún más intenso orgasmo, impresionándolos, y John por fin la tenía en el momento deseado para abandonarse a lo que le pedía el cuerpo, y tirando de los huesos de las caderas aumentó la contundencia de las embestidas, follándola a romper, provocando más gritos, las nalgas enrojecidas chascaban, la excitación ya fue irrefrenable para John y empezó a eyacular en contra de su voluntad, porque hubiera deseado “castigarla” más, deseaba que se hubiera quejado por la fuerza de los golpes. Eva se sentía desfallecer de gusto con cada embestida, disfrutando de un orgasmo tan intenso que tenía la sensación de estar perdiendo la conciencia. John se vació y ya no pudo mantener aquella agresividad, y Samir la agarró de los cabellos dispuesto a obligarla a que siguiera mamándosela, pero de nuevo se dio cuenta de que no era necesario obligarla porque ella reanudó la mamada con renovada energía, embebida de placer y deseando lo mismo que Samir. John seguía tirándosela pero en progresivo declive. Pablo estaba cerca de ellos, sin perderse detalle, y John también se había dado cuenta de que sólo pretendía disfrutar viéndolos follarse a su amiga. Eva puso una mano en el muslo de John, indicándole que la penetrara lentamente, y se decidió a emplearse a fondo con la verga. Tan sólo habían transcurrido unos segundos de enérgica mamada y Samir sintió que iba a correrse y apoyó las manos en los hombros de Eva, como avisándola, y viendo como seguía mamándosela ya valoraba la posibilidad de empezar a eyacular en aquella deliciosa boca con morbosa excitación, ya estaba a punto y le apretó los hombros casi apartándola, pero Eva reaccionó gimiendo de gusto y reafirmando aún con más ganas la mamada, él ya dejó de querer apartarla y se dispuso a morirse de gusto, sin hacer nada más que dejarse y observar cómo se la mamaba, y de repente, sin más signos por parte de Samir, el cuerpo de Eva se sacudió porque había recibido la primera andanada de semen en la boca y se detuvo un instante por la impresión, pero de inmediato reanudó la mamada, haciéndole bramar de gusto, y ella hasta sentía reavivarse las sensaciones de su propio orgasmo mientras seguía recibiendo más expulsiones de semen, Samir se vaciaba de gusto y la miraba para no perderse detalle, observando cómo el semen resbalaba por el pene y también cómo caía sobre la cama desde su mentón, sin que dejara de mamársela. Samir se entrelazó las manos en la nuca, estirando la espalda y sintiendo admiración por aquella experta mujer. Bajó las manos y le cogió la cabeza mientras que ella ya se la mamaba lentamente, y luego siguió acariciándole los cabellos y la cara. Eva jadeaba recuperándose por el esfuerzo realizado. Seguían disfrutándose plácidamente, exprimiendo hasta la última gota de placer. Samir le acariciaba la cabeza y la cara, con ternura, con agradecimiento, y John lo hacía desde los pechos a los muslos. Eva ya respiraba mejor e iba tranquilamente chupando una verga que apenas decrecía, y es que ella seguía disfrutando notablemente de las sensaciones del orgasmo y se notaba en cómo seguía chupando y lamiendo, disfrutando de aquel pollón. Eva empezó a temblar porque brazos y piernas le flaqueaban al sentirse por momentos al borde del desfallecimiento, y a modo de despedida le dio una chupadita al glande, los huesos de las caderas resbalaron de las manos de John y no pudo mantener la penetración porque Eva cayó abatida de lado y hecha un cuatro sobre la cama. Samir se inclinó sobre ella y con un pañuelo le limpió desde los labios al cuello, luego le sujetó la cara para girársela y mirarla a los ojos, le dio las gracias y le dijo que nunca le habían hecho sentir tanto, ella lo miraba fríamente, algo molesta por las palabras, y por último Samir le dijo que necesitaba besarla, ella sólo le miraba, seria, y él fue descendiendo la cabeza, ella entreabrió los labios y él los juntó al instante. Fue un breve morreo porque ella se apartó y volvió a ponerse de lado, entonces vio a Pablo y se cubrió la cara con las manos, abochornada y deseando que se la tragara la tierra, pero ni se dio cuenta de cómo estaba su bragueta. Samir le besó en el hombro y le dijo que era una auténtica mujer, una maravilla de mujer, y ella se limitó a pedirles que se fueran de su casa enseguida y que hicieran el favor de no decir nada más, sin mirarles ni mover la cabeza.
Pablo cerró la puerta y regresó salón. Estaba muy excitado e inquieto y deambulaba por el salón. John y Samir se vistieron, y cuando se disponían a salir, Eva se incorporó un poco para decirles:
—Os lo ruego, que no se entere nadie de esto.
John le respondió con voz firme:
—Tranquila Eva, tiene mi palabra de que esto no lo sabrá nadie, y… que son cosas que pasan…, porque yo también me siento muy mal por… Y que después de todo… es lo menos que podemos hacer, nadie lo sabrá, palabra de honor.
—Gracias.
—No, gracias a usted, se lo aseguro –él lo decía muy serio pero a Eva se le escapó la sonrisa y se echó en la cama para ocultarse.
Se apretaba los muslos y se movía estirada boca abajo y seguía sintiendo gusto, pero se decía que tenía que espabilar, arreglar la habitación y que cuando llegara Roberto la encontrara bien dormida, pero se arrugaba pensando en cómo enfrentarse a Pablo, porque no se sentía con fuerzas ni para mirarle a la cara, pensaba que era horrible lo que había visto, y más horrible tener que enfrentarse a él porque no había excusa posible a lo que había hecho, pensaba, y rogaba para que se fuera de casa sin despedirse.
Pablo los vio pasar por el salón. Comprobó que se habían ido y regresó al salón, y allí de pie sudaba intentando decidirse. Se sentó en el sofá, en el mismo sitio que estuvo John, acarició la parte en donde estuvo sentada Eva y enseguida se levantó y se dirigió hacia la habitación.
Eva estaba como dormida boca abajo y era consciente de que Pablo había entrado silenciosamente, y rogaba para saliera de igual forma después de verla desnuda. Pablo permanecía quieto a los pies de la cama y con la expresión desencajada, le costaba respirar observando un cuerpo que siempre había adorado y que era la fuente de sus más inconfesables fantasías. Con sigilo se acercó a un lado de la cama, e inclinándose y alargando el brazo pasó la mano por toda una nalga sin llegar a tocarla, sintiéndose envilecido, disfrutando de aquella acción, y finalmente la reposó delicadamente sobre la nalga, Eva se sintió tan sorprendida sintiendo su mano en el culo que no reaccionó, siguió como dormida, pero cuando la mano le acarició el culo, aunque quiso entenderlo como un acto de ternura, se dio media vuelta a la vez que tiraba de la colcha y se cubría, apartándole la mano.
—Pablo, qué haces –le dijo tímidamente.
Pablo le miraba las rodillas y como si no la hubiera oído.
—Dios mío, Pablo, qué he hecho, cómo he podido… He perdido la cabeza, estaba bebida, no sabía lo que hacía... —Esperó su respuesta, pero él sólo observaba la desnudez de sus piernas y hombros y lo que cubría la colcha—. Pablo, sabes que quiero a Roberto con toda mi alma, que lo amo como a nadie en este mundo y que nunca le he sido infiel... Tú sabes que no habido más hombre que él en toda mi vida… Pablo… dime que lo comprendes, que me perdonas, dime que borrarás esto de tu memoria, que no le dirás nada, te lo suplico.
Pablo se sentó y tiró de la colcha descubriéndole los pechos y ella de nuevo quedó sorprendida en un primer momento, como si no entendiera qué pretendía. Pero al ver cómo le miraba los pechos tiró de la colcha y se los cubrió rápidamente, lo miraba asustada a la cara pero él la miraba fijamente a los pechos, y le dijo en un tono de amable recriminación:
—Pablo, qué estás haciendo… ¿Pablo?... ¡Pablo!, ya vale, por qué me miras así... Tú no,
Pablo, por dios…
Pablo evitó sus ojos, y explicitando sus intenciones empezó a tocarle los pechos por encima de la colcha, Eva se los protegía y lo miraba con expresión asustada, y le suplicó a punto de llorar:
—No me hagas esto, tú no, Pablo, aunque yo... tenga la culpa...
Pablo seguía tocándola, y ella cambió radicalmente el tono:
—¡Basta, espera un momento!...
Pablo retiró las manos, esperando lo que tuviera que decirle, sin mirarla a la cara.
—...Dime, qué pretendes... —Pablo permanecía impasible—... ¡Eh!
Él seguía ignorándola y mirando fijamente el relieve de sus pechos en la colcha, y Eva ya le dijo con acritud:
—Dios mío, Pablo, tú, cómo me haces esto, tú, con lo que yo te quiero, y tú a mí.... Pablo, háblame, dime algo, recapacita… ¡Pablo, mírame, soy yo!... Está bien, quiero pensar que no me estás cobrando tu silencio, ¿no?... Supongo... eso, que yo tengo la culpa... Bueno, como quieras… Dime, va, dime lo qué quieres, pero júrame que sellaré tu boca… —Pablo ni parpadeaba—. Nunca, nunca te hubiera creído capaz de hacerme esto, tú…, qué eres como… —le asaltaban ganas de romper a llorar—. Tú no puedes hacerme esto, no… ¿Y no te importa Roberto? Hacerle esto... y Puede llegar, nos puede pillar… Contesta... ¡Y mírame a la cara!... ¡Pablo!
Pablo ni se inmutaba, y Eva le dijo ya con resignación:
—Dios mío, Pablo, recapacita, que soy yo... Mírame, te lo ruego... —Pablo alargó una mano y volvió a tocarla para mayor indignación de Eva—. Muy bien, adelante, hombre, aprovéchate, tócame lo que te dé la gana, destroza nuestra maravillosa amistad, pero te suplico date prisa.
Pablo cogió la colcha y Eva dejó de sujetarla y reposó los brazos en la cama, la descubrió lentamente, como si le costara desplazar la colcha. Se eternizó observándola mientras ella se esforzaba por no llorar. Puso las manos delicadamente sobre los pechos y Eva apretó los labios y los ojos. A Pablo empezaron a temblarle las manos y de repente le apretó y comprimió los pechos nerviosamente, Eva se dolió, le apartó las manos y se los protegió con las suyas. Eva quería decirle algo, pero cerró los puños y volvió a reposar los brazos en la cama. Pablo parecía a punto de sufrir un colapso, estaba muy tenso y sofocado, sudaba y temblaba, su envilecida conciencia lo atormentaba pero su voluntad era insignificante ante la incontinencia de su deseo. Pablo respiró profundamente varias veces, dejó de temblar, y empezó a tocarle los pechos con serenidad.
Pablo quería disfrutar detenida y minuciosamente de aquel exuberante cuerpo con el que tanto había soñado, cuidando de no mirarla más arriba de los pechos. La tocaba de una forma exasperantemente lenta para Eva, que ansiaba acabar cuanto antes. Pablo evitaba el coño después de haberse impregnado de semen.
Se eternizaba acariciándola, tanto que Eva ya quería creer que no podía seguir adelante, que con los fuertes vínculos que los unían ya estaría arrepintiéndose. Pero se exasperaba cada vez más porque Pablo no parecía tener intención de acabar, y era lentísimo metiéndole mano. Sus nervios se iban tensando por la tragedia que se cernía tras aquella puerta, porque si su marido apareciese por allí desearía estar muerta, y le imploró agriamente:
—Por lo que más quieras acaba de una puñetera vez... ¿Es que a ti no te importa que Roberto nos pueda sorprender así? —Pabló la ignoró soberanamente, y ella giró la cara para no verle, indignada.
La reacción de Pabló fue volver a los pechos, no paraba de acariciárselos, parecía que no se atreviera a más y estuviera encallado en la indecisión. Eva volvió a mirarlo para decirle:
—Mira, Pablo, se acabó, déjame en paz, vete a casa y date una ducha fría.
Intentó levantarse pero Pablo le retorció un brazo para mantenerla acostada, y Eva se dolió y se espantó viendo su irascible actitud.
—Pablo… –se exclamó sorprendida—. ¡Me estás haciendo daño!... Me oyes... —seguía comprimiéndole el brazo—. Por dios, Pablo, no pierdas el juicio, va, hombre, piensa en Roberto... No abuses también de la suerte... Acabemos de una maldita vez. Dime qué quieres y acabemos ya… Va… Pablo… —ni respondía ni la miraba a la cara—. ¿Quieres que... te haga algo?...Va. ¿Quieres? Entiendo que te has puesto… Pero tienes que prometerme que lo olvidarás todo… Jurarme que Roberto nunca sabrá nada.
La réplica de Pablo fue cogerla de un brazo queriendo ponerla boca abajo, Eva se indignó y rechazó el intento, mirándolo con odio, reprimiéndose las ganas de darle una bofetada. Pablo volvió a cogerla del brazo y ella misma se puso boca abajo con mal genio, soltándose el brazo de un tirón.
—Pablo, piensa lo que vas hacer… ¿No serás capaz de violarme? Te lo suplico, no lo hagas, piensa en nuestra amistad, porque esto no podría perdonártelo, recapacita, contrólate, por dios, puedo… —con la palma abierta la aplastó en la cama, y ella empezaba a llorar.
La observó, la abrió de piernas y ella hundió la cara en la almohada para evadirse de aquello tan sumamente bochornoso, se subió a la cama y se arrodilló entre las piernas, se bajó pantalones y calzoncillos hasta las rodillas y se quedó quieto observándola. Puso las manos en sus corvas y las fue subiendo acariciándole las piernas, siguió acariciándola hasta llegar al culo, y otra vez empezaba a recrearse acariciando y amasándole las nalgas, y Eva explotó:
—¡Acaba de una puñetera vez!... ¡Jódeme a mí, a ti, pero no a mi matrimonio!
Pablo le separó las nalgas para verle bien el ano, ella se daba perfecta cuenta de lo que le estaba observando y se sentía incomodísima y con el culo apretadísimo. Pablo se le fue echando encima y allí apuntaló el pene y Eva se sobresaltó, levantó la espalda, giró cuanto pudo la cabeza, e inocentemente le dijo que se equivocaba, que no era por allí. Pablo puso una mano en su espalda y la abatió de nuevo, volvió a ponerle el glande en el ano y Eva le rogó: “no, Pablo, no, eso no, te lo suplico, no me hagas eso…” Pablo presionó y Eva se lamentó expresando mucho dolor. Pabló siguió apretando y ella hundió la cara en la almohada. El glande se aplastaba contra el apretado ano, estaba muy tensa y así oponía mucha resistencia a la dilatación del esfínter, se dolía y agarraba la almohada con ambas manos a los lados de su cara, nunca la habían sodomizado y ella misma se dijo que tenía que relajarse si no quería sufrir mucho dado el dolor que ya sentía. Pablo siguió aumentando la presión, abriéndola a base de fuerza porque a Eva le resultaba imposible relajarse bajo aquel sufrimiento desgarrador. Eva apretaba dientes y puños y gemía continuamente por el agudo dolor que sentía. Sollozaba de dolor y a Pablo parecía no afectarle sus lamentos y siguió apretando, dispuesto a seguir aumentando la presión cuanto fuese necesario, y por fin el glande abatió la resistencia y penetró de golpe, introduciéndole toda la polla y haciéndola gritar, y así ensartada arqueaba la espalda y levantaba la cabeza, tensa y agarrotada, y Pablo, por fin daba signos de humanidad porque la cogió de los hombros, acariciándoselos, y sin mover la polla hizo que reposara de nuevo en la cama, acariciándole seguidamente la cabeza y la espalda mientras ella lloraba rota por el dolor y por la vejación.
Pablo la acariciaba pero seguía sodomizándola sin compasión, porque hasta parecía disfrutar haciéndola gemir y llorar sacándola del todo para volver a doblegarle la resistencia. Después de unas cuantas penetraciones la resistencia fue aflojando, Eva se fue relajando y el dolor fue disminuyendo. Sin solución de continuidad los gemidos pasaron del dolor al placer, a pesar de que Eva no quería exteriorizarlo y se reprimía. Cuando ya no pudo seguir conteniéndose, abriéndose de piernas y elevando el culo de repente empezó a exclamarse libremente.
Pablo siguió sodomizándola de igual forma, inmune a las sensaciones de Eva, tanto de dolor como de placer, porque ella movía y le exponía más el culo pero él no alteraba ni el ritmo ni la fuerza de las penetraciones.
Eva sentía la inminencia del orgasmo y volvía a gritar de gusto, revolviéndose con oscilaciones del culo a las penetraciones, al límite de sus fuerzas y de nuevo sintiéndose desfallecer de gusto, destilando el placer por cada poro de su piel, sudoración que aún suavizaba más la tersura de su cuerpo para mayor deleite de Pablo al acariciarla. Eva aceleró las oscilaciones del culo agarrándose a la cama a la altura de sus caderas, haciendo gozar a Pablo de una más intensa sensación de presión en la polla y de los movimientos del culo. Eva le pidió que le diera más, Pablo la complació y enseguida la sintió la sintió estremecerse, porque Eva ya estaba sumergiéndose en otro clímax de abrasivo placer exhalando una larga, aguda y sentida exclamación. Acometiéndose mutuamente Eva siguió exclamándose y haciendo interminable su orgasmo y la felicidad de Pablo.
Permanecieron quietos un buen rato, Pablo seguía empalmado y cuando la fue sacando ella volvía a gemir como quejándose de un dolorcito. Pablo se echó a un lado y Eva giró la cabeza hacia el otro lado, tan avergonzada como complacida. Pablo la puso boca arriba, pero ella giró la cabeza para no verle debido a la inmensa vergüenza que sentía por haberse corrido incluso dándole por el culo, y es que sexualmente era una desconocida para ella misma.
Pablo salió de la cama, y de pie se estaba desnudando. Eva giró la cabeza por la incertidumbre, y al verlo desnudo miró directamente a su entrepierna, ya se estaba quitando los calzoncillos y ella le miraba fijamente la polla, y con la excitación desmadrada sintió una perentoria necesidad de hacerle una felación, y habiendo ya disfrutado tanto se recriminaba aún más por lo que entendía como un desmesurado apetito sexual. Era una polla casi como la de Samir y ahora se explicaba el porqué le había dolido tanto la sodomía.
Pablo se le echaba encima y ella se moría de ganas y se resistía, cada vez se sentía más desconocida porque ser forzada por Pablo ya le resultaba de lo más excitante. Pablo se metió a la fuerza entre sus piernas, clavándole las rodillas en los muslos para abrírselas, le sujetó las muñecas por encima de la cabeza y ella no podía evitar gemir de gusto a la vez que se resistía, y con una leve sonrisa en los labios de Pablo, la penetró a fondo, queriendo metérsela más y más, y Eva ya tuvo que dejar de resistirse y Pablo que soltarle las muñecas para que lo abrazara, y empezó a follarla con el mismo ritmo constante y mecánico de antes. Eva le miraba a los ojos, casi avergonzándolo por la crudeza de la mirada, por la excitación que expresaba, por su entrega. Eva levantó la cabeza para alcanzarle los labios, casi intimidándolo, y lo morreó y lo abrazó por el culo y por la cabeza. Pablo empezó a follarla como había visto que le gustaba y tuvo que finalizar el interminable morreo porque ella necesita gritar, porque volvía a correrse. Pablo era un hombre alto y robusto, y la machacó a penetraciones haciéndola llorar esta vez por el fuerte castigo de placer.
Eva quedó como dormida. Estaba baldada por todo lo sentido y por lo dolorido que tenía el cuerpo, sobre todo el bajo vientre. Pablo estaba echado a su lado y ella de nuevo había girado la cabeza hacia el otro lado, de nuevo avergonzada por su sexualidad. Pablo la acarició por todo el cuerpo, y luego le giró la cara hacia él, y por primera vez el estaba mirándola fijamente a los ojos, ella no pudo resistirse y se giro hacia él, ambos se miraban y sus caras iban acercándose, hasta que se unieron sus labios y volvieron a morrearse largamente, dulcemente, acariciándose, revolcándose de un lado al otro de la cama. Pablo la detuvo boca arriba, y estando a su lado se inclino sobre ella, mirándola a los ojos, mirándose ambos intensamente, y Pablo le dijo:
—Te quiero, te adoro.
Eva lo abrazó, juntando las caras.
—Por dios, Pablo, eso no puede ser.
—Siempre te querré, no puedo evitarlo.
—Pero esto no es posible, Pablo, esto no puede volver a pasar.
Pablo se separo para mirarla y decirle:
—No, por supuesto que no, esto nunca más, te lo juro, hemos perdido la cabeza y no le demos más vueltas.
—Bien, me habías asustado… —Eva creía que se había corrido y al sentir el pene en su costado se extrañó, lo miró, miró y lo vio en su plenitud y le entraron ganas de reír—…Pero bueno, es que no te has ido –y él, muy serió, negó, ella se reía, y la recriminó.
—Eva, te aseguro que todo esto no tiene ninguna gracia. No es justo lo que hemos hecho a Roberto.
—Tampoco es justo lo que me está pasando a mí.
—Tú te lo has buscado.
—Que no, que no es eso.
—Qué quieres decir.
—Que no es justo lo qué he sentido esta noche… Lo que nunca he sentido con él… No lo entiendo, te lo juro que no.
—Eva, qué pasa, ahora vas a desbarrar por la boca. Es tu marido y lleváis muchos años casados, no salgas con tonterías de criatura, que ya se te ha pasado la edad.
—Es que no has entendido lo que he dicho.
—Por favor, que no quiero saberlo… Que ya me siento suficientemente mal, y tú también deberías… Eva, piensa en Roberto…, y no en… eso, ¡por favor!
Pablo dejó de acariciarle el culo pero siguió por el exterior del muslo hasta la cadera.
—Ha sido una locura, una barbaridad, pero es que tendrías que comprender lo que sentía para…
—¡Que no, Eva, que no quiero saberlo!... Ya me lo imagino lo que… No te sientes ya bastante sucia como para preocuparte del sexo.
—¡No!, seguro que no entiendes que yo nunca…
—¡Que no! Por favor que no quiero saberlo… Piensa en él, por dios… Cómo hemos podido caer tan bajo… Lo siento, lo siento, te juro que yo también he perdido la cabeza. Siempre te he deseado tanto que… —se arrepentía de la última frase.
—Pues yo ni idea, nunca he notado el más mínimo indicio.
—No quiero perderte Eva, podrás olvidar esto, podrás perdonarme.
—¿Y tú a mí?
—Claro que sí, tu amistad está por encima de todo.
Pablo metía la mano por el interior del muslo, y acariciaba hacía la entrepierna mientras ella iba separando los muslos.
—Sí, desde luego que hemos perdido la cabeza, y bien perdida, los dos, y si no quieres que sigamos perdiéndola será mejor que dejes de meterme mano.
—¡Ah!, perdona –como si no fuera consciente de que la estaba tocando.
—Cómo has podido, Pablo, a mí… Tú… Aún no lo entiendo, es como si no te conociera.
—Es que no era yo, entiende que lo que ha pasado… Yo… Tú también sabes lo que es perder la cabeza.
—Muy bien hombre, si la mejor defensa es un buen ataque, pero yo diría que ha sido un golpe bajo.
—Perdona, perdona… Es que no me entiendes, lo digo… Venga, olvidemos esto, como si no hubiera pasado.
Pabló la miraba sobre todo a los pechos.
—Sí, tenemos que olvidarlo, hacer como si no hubiera pasado, y ahora, por favor vete, que me moriría si Roberto…
—Aún tendrá para rato, pero en el peor de los casos, oiríamos entrar el coche y…
—Qué me quieres decir, que aún no hemos acabado –ella se fijó en que seguía empalmado, y le preguntó con vergüenza—: ¿Tú aún no estás… en paz, verdad?
—No –le respondió con la misma vergüenza.
—Pero bueno, qué pasa contigo, por qué no te has ido… —le sonreía.
—Por favor, Eva –la recriminaba—, no bromees con esto, que es muy muy feo.
—Vale, pues ya puedes irte.
Pablo se quedó pensativo, y finalmente le preguntó:
—Qué pasa, es que estarías dispuesta a… —ahora miraba por encima de su cabeza, y ella tardó en responderle.
—Por favor, porque me preguntas eso… No preguntes hombre.
—Es que aún tienes ganas.
—No, claro que no, ya sólo siento arrepentimiento, sólo me siento sucia y despreciable, por favor, como voy a tener ganas.
—¿Entonces?
—¡Vete hacer puñetas!
Pabló empezó a frotarse el pene, y mirándole los senos le dijo:
—Te importa que me lo haga… mirándote.
Y empezó a masturbarse mientras ella lo miraba fríamente, y dijo:
—Desde luego, o te pasas o te quedas corto… Tonto.
Eva se sentó y empezó a tocarle los testículos, y le fue desplazando la mano y haciéndose con el pene. Eva quería acabar rápidamente y enseguida empezó a imprimir un rapidísimo vaivén a su mano, y enseguida surtió efecto porque él le sujetó la muñeca para refrenarle notablemente el movimiento, ella lo miró buscando una explicación, y la muda respuesta fue cogerla de la nuca para inclinarla hacia el pene, ella se resistió a medio bajar y él no la forzaba pero mantenía la sujeción.
—Será posible, pues anda que te cortas… Está bien, pero será el punto final, para siempre, eh –el asintió,
Se arrodilló a su lado y empezó a mamársela, y ahora sí que empezó lentamente, y fue acelerando la estimulación dispuesta a seguir aumentando hasta que se corriera.
Pablo se abandonó a la estimulación de Eva, que a la vez le practicaba la paja y la mamada con todas sus fuerzas, y que utilizó la otra mano para tocarle los testículos y estimularlo aún más. Pabló desplazó la mano para tocarle el culo y empezó a agitarse y a botar sobre la cama, y ella aún se tenía que esforzar más para seguir mamándosela bien, y a los pocos segundos Pablo empezó a exclamarse y renovó los ánimos de Eva, la aviso de que se iba a correr, pero tal y como deseaba y esperaba, Eva siguió mamándosela con las mismas ganas. Con la primera expulsión Pablo dio un golpe de cadera y le metió el pene y el semen en la garganta, Eva se atragantó pero siguió chupándosela sin perder ni un instante mientras él seguía corriéndose y exclamándose roncamente. Eva siguió chupando y dejando caer el semen polla abajo. El pene decrecía rápidamente y Pablo la separó, y luego le levantó la espalda porque ella volvía a chupársela. Eva se echó en la cama, boca arriba, ambos yacían igual. Pablo se inclinó sobre ella, la miro a los ojos, le pasó la mano por los labios, y la besó en la boca. Se besaron intensamente, acariciándose, hasta que Pablo levantó la cabeza, y volvieron a mirarse, ella con los labios entreabiertos, invitándole a que siguiera besándola, pero Pablo volvió a echarse de espaldas, y quedaron cogidos de la mano.
—Gracias –le dijo Pablo, tímidamente, y ella se arrancó a reír.
Pablo permanecía serio, apesadumbrado, y ahora ella se apoyo en un brazo para incorporarse un poco y mirarlo a la cara, y aún riéndose le dijo:
—¿Gracias? Que amables y agradecidos sois todos... Diría de nada, pero creo que…
—Ya vale, Eva, cómo puedes tener sentido del humor en estas circunstancias.
—¿No crees que es lo mejor que podemos hacer?
—Ya podemos empezar a arrepentirnos, y de verdad que no puedo entender tu humor.
—¡Y qué quieres que haga! Que llore… No te preocupes que ya tendré tiempo para llorar… Esto me hará mucho daño ¿O es que me crees tan… ligera?
—No, claro que no, Eva. Es que me siento tan mal.
—Pues me perece que te lo has pasado muy bien.
—¡Ya basta, Eva!
—Sí, hombre, sí, qué quieres que lloremos a coro, pues venga hombre, empecemos a fustigarnos si esto te hace sentir mejor… Va vete, por favor, que tengo el alma en vilo y no estaré tranquila hasta que…
—Solo unas palabras, no debería pero tengo que decírtelo… Nunca había sentido tanto… Nunca más sucederá algo así entre nosotros, pero para mí no ha sido nada sucio, siempre lo recordaré como el momento más maravilloso de mi vida… Me faltan palabras para… Lo que me has hecho, bueno, lo que haces…
—Eso ha sido otro golpe bajo, no te parece.
—Perdona, esa no era mi intención, me refería que Roberto es muy afortunado por tener a una mujer como tú, porque nunca hubiera dicho que fueras así en la cama, eres tan tímida, tan sencilla y frugal.
—Es que nunca he sido así.
—Es igual, sólo por lo que haces con la boca…. Ya me entiendes,
¿Te refieres a cómo la mamo? –sonreía entre dientes.
—¡Dios, Eva! Desde luego que no pareces tú, haz el favor, vuelve.
—No sé si podré.
—¡Qué!
—Nada, nada, qué me decías.
—Decía que hables bien, como tú.
—Ah, te refieres... a como felo.
—¡Demonios, Eva!
—Pues cómo hay que decirlo.
—Me refiero a todo, pero sí, sobre todo a eso, eres una maravilla haciéndolo, y olvídalo.
—Pues eso es algo que nunca le he hecho a Roberto –le dijo con abatimiento, con un hilito de voz…
—¿No?... –ella no respondía y miraba hacia el techo, y ahora fue él quien se apoyó en un codo para levantarse un poco y mirarla a la cara—. Por todos los santos, Eva, ¿porque no se lo haces a él?
—Porque nunca me la ha metido en la boca –dijo con abatimiento.
—Demonios, será porque tú no… —ella ni le respondía ni le miraba—. Tienes que hablar con él, por favor, a estas alturas y…, habla sinceramente con él, si él te adora, te daría lo que fuera para hacerte feliz.
—Va, Pablo, te lo ruego, vete, date prisa.
—Pero tienes que…
—No quiero seguir hablando de esto, y vete de una vez, te lo ruego.
—Sí, sí.
—Va, por favor, date prisa, que quiero arreglar la cama y ventilar la habitación.
—Puedo darte el último beso.
—¡Pablo, hombre!
—Sí, tienes razón… Es que eres tan maravillosa.
—Vete por favor –le dijo con cariño.
Pablo le cogió una mano y se la besó a modo de despedida.
Eva se había vuelto boca abajo. Pablo se había sentado de lado con una pierna flexionada sobre la cama y el otro pie en el suelo, volviendo a deleitarse con la desnudez de Eva, aprovechando los últimos instantes de aquel privilegio, y ella le estaba viendo y se dejaba observar, no sentía ningún pudor y tampoco quería privarle de ese último placer. Con miedo le acarició muy levemente la cabeza mientras que ella le miraba con buena cara, siguió acariciándola por la espalda, y al llegar al culo ella ya no pudo más y se cubrió con la colcha, más que nada porque tenía que irse de una vez. Pablo se vistió y se quedó mirándola también con cariño, queriendo decirle algo pero sin atreverse o sin encontrar las palabras adecuadas. Se giró y quedó quieto, de espaldas a Eva, y anduvo cabizbajo dispuesto a salir de la habitación, se detuvo junto a la puerta, se giró y la volvió a observar, y le dijo:
—Eva, lo siento… Qué más puedo decirte… Que no tienes nada que temer, que nunca haré nada que te perjudique, que siempre puedes contar conmigo. Que te quiero, y lo seguiré haciendo… como es debido.
Pabló volvió sobre sus pasos y se sentó en la cama, Eva lo miró con ternura e infinita paciencia. Pabló le tendió las manos, y ellas se las cogió, la incorporó y se abrazaron estrechamente, sin la colcha de por medio. Eva lo fue separando, lo besó en los labios y con los ojos le suplicó que se fuera, Pablo observó su cuerpo, le acarició los senos, la miró a los ojos, le devolvió el beso en los labios acariciándole una mejilla, y se fue a duras penas, sin dejar de mirarla hasta que acabó de cerrar la puerta.
Esperamos les haya gustado, si desean hacernos algún comentario o contarnos sus experiencias, y quien sabe si también podernos conocer.
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